jueves, 28 de enero de 2010

Inquietudes


Leighton ya se ha marchado. Para llegar a Bután, vuela desde Barcelona, con escalas en Amsterdam y Nueva Delhi. Ignoro que se le habrá perdido en un lugar tan remoto, perdido en mitad de Asia. Según me dijo, es un reino aislado del resto del mundo (dada su situación geográfica, es lógico), que mide su riqueza mediante la F.I.B. (Felicidad Interior Bruta). Original parece, cuanto menos. Pero no lo suficiente para que me vea obligado a buscarlo en un mapa.

Jaumet se mostró encantado con la sola fabulación de poder visitar algún día aquel país. Lo cierto es que, para alguien que disfruta ayudando a los pobres desgraciados que malviven en Marruecos o Camerún, Bután debe ser un sueño. O algo similar.

En cuanto a mi tío-abuelo George, su actitud conmigo sigue igual. Continúa ignorándome, aunque sé por Jaumet que ha hecho venir desde Pamplona a su urólogo de confianza. Éste le ha realizado las pruebas de rutina en un hospital de la isla y el diagnóstico, al parecer, es el mismo. El consejo del médico, dada la edad del Duque, no puede ser otro: que mantenga una conducta expectante. Y que, por supuesto, no pruebe el alcohol. Él, nada más despedirse del matasanos, se ha soplado la botella de Macallan 1926 que Leighton le regaló antes de despedirse. Mientras bebía, plantado a mi lado, Roc no dejaba de observarlo. Debe ser terrible ver como la persona que odias se resiste a morir.

¿Y quién está transcribiendo mis palabras, podrá haberse preguntado el lector? No es difícil deducir que me he visto obligado a pagar por tal servicio. Y que Sargantana, asidua de foros y chats de pésima ralea, ha aceptado. Antes de empezar, se ha leído cada una de las anteriores entradas. Lo cierto es que no me ha hecho ningún comentario. No se ha atrevido a considerar lo extravagante que le resulta mi propósito de buscar al clon de Jessica Alba ni lo escandaloso que puede parecerle todo lo que, hasta ahora, he contado. Solo me ha pedido que, por cada vez que escriba para mí, su caché aumentará en quinientos euros. Trabajo cualificado, creo que lo llama. Por mi parte, le he exigido que un notario redacte un contrato de confidencialidad. Referido a mi verdadera identidad, se entiende.

Hablando de identidades: a Sargantana tampoco le ha gustado el nombre que tengo pensado para sustituir al de Andrew. Es la única imposición (aparte de la económica, claro) que se ha dignado a plantearme. Al parecer, George acabará saliéndose con la suya, y no tendré más remedio que renunciar a cambiar de pseudónimo. Lo cierto es que, por fin, me he dado por vencido.

El alcalde de Mahón, un tal Artur, nos ha hecho llegar una invitación a un evento importante. Se supone, por las características del mismo, que se debe a nuestra condición de visitantes ilustres, pues nada tenemos que ver con los intereses turísticos de la isla. Sargantana parece haberse contrariado cuando hemos decidido rehusarla. No tenemos ninguna razón en especial, solo que ni a George ni a mí nos agradan los actos sociales. Siempre me ha resultado curioso observar a los que se toman por pudientes, a los nuevos ricos que, bajo la etiqueta de artistas, políticos, arquitectos o médicos, gustan de exhibirse en público, disfrutando de una gloria que, por tribal y primaria, jamás he sabido envidiar. Esa gente ha conseguido ser famosa, y parecen desvivirse para continuar siéndolo. A los Loverboobs, se entiende, nunca nos ha atraído flirtear con la notoriedad. Sobre todo porque nuestras riquezas, o al menos las acumuladas originariamente, germinaron precisamente merced a nuestro afán de pasar desapercibidos. El título nobiliario, los honores y las prebendas, fueron viniendo después, como parte intrínseca del decorado. Y la discreción, que fue pauta de comportamiento, degeneró en costumbre y, por fin, acabó formando parte del A.D.N. de mi familia.

En fin, que sigo aburriéndome en Menorca. Y añoro demasiado a Leighton.

PD.- A Sargantana le ha llamado la atención que todas mis entradas estén encabezadas con una fotografía de Jessica Alba. De la verdadera, por supuesto. A George, luego a Leighton y en este momento a ella misma, les he pedido que busquen con Google una cualquiera, sin más. Aclaro que es un simple recurso para no olvidar cuál es el propósito de este blog. Solo eso. El día que olvide añadirla, también olvidaré para qué sigo haciendo esto. Y abandonaré, por supuesto. En ese momento pediré que me sirvan un Petrus del ochenta y nueve. Dicen que las condiciones metereológicas de la vendimia de ese año en el chateau de Burdeos fueron inmejorables. Casualmente, Sargantana nació ese mismo año, al final de su cálido verano. Si no fuera por lo del embarazo, bien pudiera proponerle una cata.