martes, 8 de junio de 2010

The Peripatetic Fellowship


En mi anterior entrada omití que mi administradora, que está a doce días de entrar en su quinto mes de embarazo, tiene una barriguita que, lejos de espantarme, me resulta de lo más sensual. Podría hablar, cómo no, del resto de cambios que su fisionomía está experimentando y que, puedo jurarlo, me tienen absolutamente maravillado. Pero, aunque a veces no lo parezca, soy un caballero. Faltaría más.

Lo que tampoco creo haber aclarado es que el motivo del viaje a Atenas, o a Grecia en general, no es otro que tratar de hallar a Jessica Alba 2.0. Sin más. No es un propósito largamente premeditado. No existe una investigación previa. Carecemos de un solo dato con el que identificarla. Desconozco su verdadero nombre, su número de la seguridad social, no dispongo de una simple fotografía que refleje cómo y cuánto ha cambiado. Respecto a mí, desde que la vi por primera y última vez, sí que lo hecho. Y bastante He perdido buena parte de mi cabellera, ya lo dije el primer día. Tengo una tripa considerable, ojeras, papada y un sinfín de taras que, maldita sea, salieron de la nada un mal día para acompañarme hasta que mi cuerpo decida plantarme. Pero no tengo miedo. Me refiero a que no temo volver a verla. No me espanta que no pueda gustarle, ni elucubrar qué podría decirle. Ni siquiera sé cuáles son mis pretensiones con respecto a Jessica Alba 2.0. El viaje, la decisión de emprenderlo, la ha tomado Leighton. Así. A las bravas. En Atenas, presuntamente, nos esperará el padre de su criatura, mi inesperado y exsoviético tío – abuelo Mishja Miskhin. Quiere acompañar a la madre de su retoño durante esta singular aventura. Si la salud se lo permite, mi otro tío – abuelo, George, ése al que tuve hasta hace poco como único ascendiente vivo, se atreverá a acompañarnos. Puede ser el último viaje que hagamos juntos. Habrá que celebrarlo.

Así que, concluyendo, en el oriente europeo, en la denostada y apurada Grecia, se reunirá un grupo de búsqueda peripatético. Lo encabezará un anciano moribundo, acompañado por una sugerente enfermera (estoy seguro que el Duque de Rascal, a pesar de su estado, no ha perdido su providencial sentido del humor). A aquél lo seguirá otro viejo, hermano bastardo del anterior, que, hace una eternidad, fue niño de la guerra exiliado en la Unión Soviética y ahora, decrépito, se dispone a ser padre primerizo. A continuación, claro, estará Leighton, la embarazada treintañera que, merced a sus ardides, al milagro de la fecundación in vitro y a su extraordinaria capacidad pulmonar, está a punto de desagraviar para siempre a los Chulesco. Y, por último, allí estaré también yo, posiblemente resacoso, indudablemente apático, apaciblemente inquieto. Nihilista, en el sentido más personal con que puedo concebir tal término.

Todos, en pos de un sueño. Todos, en pos de un fantasma. Todos, embarcados en un velero de lujo, en una goleta llamada Star Clipper que, partirá de Atenas el próximo día 12, recorrerá la costa turca y algunas islas griegas durante una semana y nos devolverá al Pireo, tal vez victoriosos. Hermoso sacrificio, el nuestro.

PD.- Adjunto a esta entrada una fotografía de la verdadera Jessica Alba. Al parecer está leyendo el blog, le ha gustado (no tanto lo de los fakes, me han asegurado) y me ha regalado esta imagen. Ya sé; podría ser Jessica Alba, y también la chica del supermercado de la esquina. Pero le hizo gracia que yo no revelara mi verdadera identidad y, ya ven, por seguirme el juego …

martes, 1 de junio de 2010

Dobles personalidades


Debería hacer caso a Leighton Chulesco.

Soy consciente de ello.

Debería eliminar la entrada que Sargantana ha publicado en mi blog.
Debería denunciar el contrato de confidencialidad que ella firmó en su día y debería, incluso, considerar que la idea de mantener un blog con mis vivencias y/o ocurrencias, a la vista está, es algo más que una inconveniencia.

Lo asumo.

Pero no haré nada de eso.

Sin embargo, considero que Sargantana (o Ana, como ella misma ha revelado llamarse) puede convertirse en un peón (una peona, en este caso) muy válido en el futuro. En mi futuro. Ella lo sabe. Pese a los insultos, pese a su irrespetuosidad, pese a la escasa prudencia con la que piensa (y hace) las cosas.

Así que, bien, admito la incursión en mi privacidad. Acepto atender al nombre de Hendrick, aunque ése, bien es cierto, no sea mi nombre más conocido. Lo extraordinario de tener varios nombres es que, dependiendo del ecosistema en el que habito, voy alternándolos. De cara al servicio, y para el vulgo en general, atiendo por mi apellido, ilustrado por la palabra señor. A efectos puramente protocolarios es frecuente que se me anuncie como Duque, cuando aún lo soy. Familiarmente, sin embargo, respondo por mi segundo nombre, que no revelaré. En noches de jarana y saraos, cuando todo el mundo se adora y el alcohol nubla el entendimiento, utilizo el cuarto de la ristra con la que fui bautizado. Hendrick, concluyo, es mi nombre más íntimo, más personal, ése que me susurra Leighton al oído cuando, raramente, le robo (o simula) un orgasmo. Me resulta curioso que Sargantana lo conozca y que se jacte de saber cuáles son los demás; no suelo hacer públicos y ni siquiera ha tenido la oportunidad de espiarnos copulando, a mí y a la señorita Chulesco me refiero, simplemente porque no hemos coincidido los tres en la misma singularidad espaciotemporal. Es igual. Mi nombre, mi primer nombre, efectivamente, es Hendrick. Aunque puede tenérseme aún por Andrew. Evitará confusiones.

Hendrick, y ya contaré esa historia algún día, también fue el nombre de mi primer antepasado ilustre. Aunque eso, por supuesto, podrían discútirmelo muchos de los que le precedieron. Y Hendrick (o Andrew), el mismo que esto dicta a su diligente administradora y madre del futuro XIII Duque de Rascal (al parecer, el ginecólogo apostaría su mano derecha a que será varón, que no barón) ha decidido obsequiar a Sargantana (o Ana) con los frutos vitalicios de un centro comercial que, ubicado en tierras malacitanas, fue levantado a iniciativa privada sobre un solar de los Loverboobs. El importe asciende a casi dos millones de euros anuales. Espero que sea suficiente para que tan deliciosa como pérfida criatura deje de importunarme, al menos sin previo requerimiento. Y, por si acaso, claro, he cambiado el código de acceso al blog. Para ello he tenido en cuenta tu advertencia, Sargantana.

PD.- La fotografía de hoy pertenece a un reciente reportaje que Jessica Alba ha protagonizado en una revista norteamericana. He de decir, de paso, que muy pronto viajaremos a Atenas. Por fin he decidido buscar, en el mismo lugar donde la descubrí, a la mujer que, desde hace dos décadas, me hace perder el sueño. Espero tener suerte y no encontrarla. Esto de tener un blog comienza a divertirme.