martes, 19 de enero de 2010

Acerca de la señorita Chulesco


Esta mañana, gris y lluviosa, mi tío - abuelo George Loverboobs, XI Duque de Rascal, no está en disposición de ayudarme con el blog. De hecho, está prácticamente indisponible desde que el señor Miskhin, llegado desde su residencia de Miami, cruzó el umbral de la puerta de nuestro hotel. Parece mentira que uno y otro, casi nonagenarios, consuman tales cantidades de whisky. Han acabado con las reservas de Talisker del bar y, después de flirtear con otros cuantos escoceses más, les ha dado por un licor de malta japonés al que creo que llaman Yoichi. En las contadísimas ocasiones en que me dirigen la palabra, me cuentan excéntricas historias de pasadas jaranas que, acostumbro a advertirles, no me interesan en absoluto. Me he enterado, no he podido evitarlo, de que Mishja, ex-oficial del Ejército Rojo, estuvo en la guerra de Afganistán. Me consta, además que en su juventud conoció a un negro llamado Paul Robeson, un filosoviético estadounidense que le contagió la pasión por el deporte y el fútbol americano, con lo que no es de extrañar que, durante un tiempo, a Mishja se le metiera entre ceja y ceja implantar en la U.R.S.S. el soviet football, obsesión que no pudo más que levantar las sospechas de la K.G.B., que lo tuvo en su punto de mira hasta poco antes de la caída del Muro de Berlín. Y sé, además, que, con el fin del comunismo, Mishja emigró a U.S.A., donde se dedica a viajar con su equipo de football favorito (los Miami Dolphins, creo) y a escribir guías de autoayuda para amas de casa ignoradas por sus maridos. En cuanto a la naturaleza de la relación que mi tío - abuelo mantiene con el viejo Mishja, ciertamente, la desconozco. George nunca ha hablado de ello. No creo que, antaño, el Duque tuviera nada que ver con el Ejército Soviético o el deporte y, que yo sepa, no es homosexual. Si lo fuera, ni mi tío - abuelo ni su supuesta pareja se atienen a ninguno de los tópicos que todo el mundo da por sentado en tales casos; si es cierto que Mishja escribe exitosamente para marujas norteamericanas con fiebre uterina, pero siempre le he creído cuando me ha asegurado que, para un escritor, este tipo de literatura es un valor seguro y que, por lo demás, le supone una estupenda manera de sufragar los gastos que le originan las prostitutas cubanas. Parecen, en mi humilde opinión, dos viejos camaradas que gustan del alcohol, de la buena vida y de recordar un pasado que no me incumbe.
En resúmen: esta entrada no la está manufacturando George, como ha ocurrido hasta ahora. Me está ayudando (en castellano, así lo ha decidido ella) Leighton. O la señorita Chulesco, como le gusta que le llamen. Leighton, ya lo dije en otra ocasión, es la administradora de la familia Loverboobs. Siempre, o al menos desde el olvidado instante en que los Loverboobs precisamos de un gestor, ha habido un Chulesco en la familia. Se ocupan de todo: sucesiones, personal de servicio, títulos nobiliarios, contratos de arrendamientos, impuestos y, por supuesto, de diseñar los planes de alojamiento anuales. Porque los Loverboobs, desde siempre, no vivimos todo el año en el mismo lugar. Pese a contar con dos docenas de palacetes, villas y caserios repartidos a lo largo y ancho de la geografía ibérica y gabacha, a George y a mí nos encanta alojarnos en hoteles. Con excelente criterio, Leighton siempre encuentra un lugar lo bastante sugerente como para que nos invite a quedarnos durante un tiempo. Ese nomadismo caprichoso, evidentemente, obliga a nuestra hermosa empleada a acompañarnos adonde quiera que viajemos. Igual que ocurrió con su padre, con su abuelo (vaya pájaro, su abuelo) y su bisabuelo. Y también, si los Loverboobs perviven y ella concibe un nuevo administrador, así seguirá en el futuro.

Como ya sentencié, Leighton es muy guapa. Y muy contestaria (de hecho, al enterarse de que mi tío -abuelo me negó el derecho de cambiar mi pseudónimo, no ha dudado en darle la razón). Tiene treinta y un años, es morena y esbelta y ofrece una mirada morbosa pero agresivamente inteligente. Por su minucioso e inabarcable trabajo, percibe una suculenta comisión de cada uno de los ingresos que obtiene nuestra familia y, pese a que los Loverboobs no somos estúpidos y podemos dar fe de cuán voluble llega a resultar la honradez de los que nos sirven, hemos condonado puntualmente cualquier desliz que haya cometido un Chulesco, sobre todo si su condición atañe al patrimonio familiar. Caso aparte es la pasional. Ettore Chulesco, abuelo de Leighton, preñó a mi tía - abuela Agnès, que era la hermana mayor de George y una muchacha de naturaleza inequívocamente casquivana. Cuando supo del asunto mi bisabuelo Duncan, que era tan clasista que debía dolerle, decretó que, en adelante, si los Chulesco pretendían continuar administrando la fortuna de los Loverboobs, cualquier varón de su noble familia tendría derecho de pernada sobre toda hembra (mayor de edad, se entiende) que llevara el apellido de la estirpe de gestores. Es por eso que Leighton, cuando así se lo requiero, tiene que acostarse conmigo. Y, supongo (jamás me he interesado por ello y, por razones obvias, nunca lo haré), también debe habérselo exigido mi tío - abuelo. Aunque, ya lo comenté, el XI Duque anda últimamente enfrascado con el sexo virtual. Por la novedad y el poco esfuerzo que requiere, supongo.

PD.- Leighton, que habla inglés, francés, alemán y no sé cuántos idiomas más, me ha asegurado que Loverboobs no se traduce al castellano como Amante de los Libros. La traducción más aproximada sería, según ella, Amante de las Tetas. Este tío - abuelo mío, permítaseme la vulgaridad, es un verdadero cabrito. Pese a mi enojo, y para dar pábulo al concepto que George se ha formado de mí, le he comunicado a Leighton (que tiene unas boobs magníficas, por cierto) que se desvista ipso facto a fin de ejercer el derecho que me asiste; no ha puesto buena cara, como otras veces. El hecho de que haya averiguado la importancia que Jessica Alba 2.0 ha cobrado en mi imaginario erótico-vital le debe haber bajado la líbido, presumo.