jueves, 1 de abril de 2010

Escape de Benillum


Lo sucedido en estos últimos días, desde luego, ha sido increíble. No pretendo, dicho sea de paso, convencer a nadie de que lo que aquí escribo (o mejor dicho, lo que aquí transcribo, porque ya he encontrado a quién vuelve a ocuparse del trabajo de teclear) es incuestionable cierto; habrá quién valore que todo lo narrado en este blog, incluyendo lo concerniente a mi nobleza, es falso. Un engaño. Una vil patraña. No puedo, o más bien no deseo, rebatir acusaciones de tal naturaleza. Ya mencioné que mi verdadero nombre no es Andrew, ni mi apellido Loverboobs. Tampoco existe el Ducado de Rascal. Pero sí existe otro ducado. El mismo del que soy legítimo heredero. Al menos, de momento.

Iré al grano. Ya referí que mi tío George, hospitalizado en Navarra, no puso reparos en atender mi llamada de auxilio (me encontraba encerrado en una casa perdida que me había visto obligado a asaltar aprovechando la ausencia de sus propietarios). Y no se le ocurrió mejor idea que enviar en mi ayuda a Leighton Chulesco. Sí, la que mintió al asegurar que se marchaba a Bután de vacaciones, la que no daba señales de vida, la misma que, en cuanto supo del empeoramiento de mi tío, se plantó a los pies de su cama, dispuesta a atenderlo personalmente. ¿Dónde había estado hasta ese momento? ¿Qué le había sucedido?

Los que tengan mi edad (cuarenta y uno cumplí ayer mismo) recordarán lo que le ocurrió a Boris Becker. El tenista, sí. Un cuarentón alemán, lechoso y pecoso, que ganó un torneo muy importante a una edad escandalosamente corta. Hasta mis oídos, que desprecian todo aquello que se califique como deporte, llegó la noticia de que, en Wimbledon creo, le robaron el semen. Para ser más conciso: una modelo le practicó sexo oral entre partido y partido y, atesorando tan fructífera sustancia en su boca (no diría ni mu durante un buen rato, digo yo), se dirigió a una clínica especializada y se sometió a una inseminación artificial. Y, aunque en teoría es difícil, la mujer consiguió su objetivo y concibió un hijo (o una hija, no sé) de su admirado campeón.

Pues bien, eso mismo ha hecho Leighton. ¿Y quién ha sido su víctima? Es lógico pensar que, dada su situación y condición, hubiera elegido al actual Duque de Rascal. O a un servidor, heredero del título y apreciablemente más joven. Pero si el lector hace memoria, ya comenté que tanto mi ascendiente como yo somos estériles. Irremediablemente. Leighton, aunque nunca lo preguntase, llego a saberlo. Empíricamente, deduzco. Y nosotros, mi tío y yo, no ignorábamos que la meta final de todo Chulesco que supo gobernar nuestros intereses debía ser el hecho de transmutarse en un Loverboobs. ¿Para qué robar, si puedes usurpar el lugar que ocupa tu querido enemigo?
Así que eso fue lo que emuló Leighton. Requirió la presencia de Mishja Miskhin con la excusa remota de que ayudara a mi tio en la búsqueda de Jessica Alba 2.0 y, una vez en España, le practicó (perdóneseme la grosería) una felación con todo el primor que una mujer joven y atractiva puede ofrecerle a un viejo y maltrecho ex-soldado. El lector se preguntará a estas alturas: ¿y por qué la Chulesco eligiría a Mishja Miskhin? Blanco y en botella, queridos amigos. Es obvio, aunque yo lo haya ignorado hasta hace bien poco, que el ruso no es un ruso de pura cepa. Es un Loverboobs. Aunque el porqué de que tal dato haya permanecido oculto, al menos respecto a mi persona, lo explicaré en otro momento; aún he de averiguar algunas cosas que, por parte de mi administradora, no me han sido reveladas.

Así que es también sencillo deducir que es ella, la maquiavélica señorita Chulesco, la que transcribe estas palabras. Lo de Bután era una buena excusa para cumplir su objetivo sin interferencias y dejar que el embarazo progresara con la tranquilidad requerida por los médicos. Ella, también, ha sido la que me ha liberado de mi encierro, la que me ha sacado de Benillum y la que me ha traído hasta Granada, donde ahora mismo nos encontramos. No le resultó fácil sacarme de aquella casa - prisión, sin recurrir a las autoridades. Y no me refiero al hecho físico de entrar en ella, sumamente accesible para cualquier profesional que sepa tener la boca cerrada y el bolsillo presto. Dar con mi paradero, ignoto para mí mismo (ya dije que el sinvergüenza con el que está liado Sargantana me obligaba a acompañarle en sus tropelías por la noche y en parajes recónditos), sin conocimientos informáticos como para rentabilizar el acceso a internet y con el temor de que me sorprendieran encarcelado en su casa los mismísimos propietarios, era misión casi imposible. Así que Leighton recabó información reservada a través del número de teléfono que yo utilizaba, sobornó a quién supo que podía ser sobornado y, pese a que a mí se me antojaron lustros, tardó pocas horas en dar con mis huesos. El caso es que, en la entrada, coincidió con el novio de Sargantana que también venía a buscarme. Debía haber averiguado, he de suponer, que los dueños de la casa se ausentarían largo tiempo, y, tal vez aleccionado por la hija de Jaumet, habría calibrado que lo que había empezado como una broma de pésimo gusto (obligarme a precederle, insisto, en varios allanamientos de morada para, al final, encarcelarme regodeándose de las intenciones que yo había pergueñado en referencia a Sargantana) podía convertirlo en secuestro. En algo sustancialmente lucrativo. Leighton, sin embargo, es una persona precavida. Le place evaluar riesgos hasta cuando acude a su manicura de toda la vida. Así que iba acompañada por alguien perteneciente al personal de seguridad de una de nuestras empresas, que dio buena cuenta del imprevisto (seguramente, a estas horas, el sobrevenido secuestrador debe maldecir haberme conocido). Tras despejar ese pequeño problema, todo ha sido coser y cantar. Dentro de nada, tomaré un vuelo. Leighton me ha aconsejado que deje el blog, que no es bueno para mi seguridad. Sargantana ha trabajado en él, y que, a estas alturas, pueda creerse amenazada. Si es así, no ha de temer nada. No voy a hacer nada en su contra. Au contraire: el abuelo seguirá viviendo en nuestra propiedad de Mahón y su asignación (esa misma que debería dedicar a formarse) le llegará mensualmente de por vida. Si busca algo más, en cambio, acabará por perder tales privilegios. Y esa es una situación en la que, a buen seguro, no querrá imaginarse.

Continuaré otro día, porque, y espero que se entienda; estoy agotado. Por cierto: no sé si he dicho antes que odio los aviones comerciales.

PD.- Un internauta anónimo me ha hecho llegar la foto de esta entrada. Corresponde a una señorita china que, al parecer, se ha operado recientemente para parecerse a Jessica Alba, a la que admira enfermizamente. Desde luego, no es mi Jessica Alba 2.0. Y tampoco creo que, tras la intervención, alguien pueda confundirla con la actriz.