miércoles, 20 de octubre de 2010

Breaking News


Aquí me tienen. Entero y vero. Ante ustedes, ilustres lectores (y lectoras, no vayan a ofendérseme las feministas) se presenta el XII Duke of Rascal (o más bien, en términos sucesorios, el que pretende serlo). Aunque tal ducado no existe (ya he desvelado en otras ocasiones que el nombre, apellido y título a los que he dado uso en este blog son ficticios, pues, hasta hoy, no me ha seducido la idea de hacer públicos los auténticos), en mi anterior entrada revelé que estoy emparentado con el penúltimo monNegritaarca británico de la Casa de Hannover (desciendo directamente de uno de los diez hijos que la actriz irlandesa popularmente conocida como Mrs. Jordan concibió junto al apodado Sailor King, William IV of the United Kingdom of Great Britain and Ireland and of Hanover).

Del motivo por el cual mi familia, los supuestamente llamados Loverboobs, merecieron el citado título, de momento, prefiero no hablar. Tampoco me apetece hacerlo de porqué mi noble estirpe acabó por instalarse en España. Y menos de mi supina ignorancia respecto al idioma de Shakespeare. Lo que sí revelaré es que el ocurrencia de llamar así al ducado se la debo a un grupo musical que a mi administradora Leighton le agrada en demasía, The Rascals. Creo que sus componentes son de Wirral, del mismo lugar de donde procede ella. Quise tener un detalle con la mujer y, quién iba a decírmelo, me ha salido el tiro por la culata.

Vayamos al grano. Mi merced nobiliaria se la debo a las súbitas muertes de mis dos únicos familiares. El bastardo, el que pudo arrebatármela, Mishja Miskhin, murió en la cubierta de caoba y teca del Star Clipper. Lo hizo a la manera de Felipe el Hermoso: como, pese a su edad, gustaba de practicar jogging (por mi parte, siempre he pensado que el deporte es un vicio insano), se obsequió con una sudada descomunal en pleno mediodía, y, tras pretender recuperarse con litro y medio de agua helada, sufrió un síncope mortal que acabó con él en treinta segundos. Por su parte, mi tío George, que saboreaba en su camarote un Dry Martini mientras la boca de una joven camarera pretendía levantarle el ánimo (el ánima, más bien), se atragantó con la aceituna de su cóctel cuando le dieron la singular noticia; ni la jovencita ni el asombrado mensajero (un camarero de la cubierta Sun que estaba liado con la chica, me dijeron) lograron evitar que se ahogara.

En fin. Que la vida, a veces, puede ser triste. He añorado razonablemente a mi excéntrico, esperpéntico y colérico tío, por supuesto. Rita, mi puta de cabecera, ha instalado su negocio en New York, en pos de clientela de mayor enjundia. Y Leighton, está demasiado ocupada con todo lo concerniente a la herencia. Como, hace apenas dos semanas, ha dado a luz a mi primo - probeta, Albert, y bien pudiera habérsele ocurrido arrastrarme hasta los tribunales para exigirme nobleza, patrimonio y dineros, le he ofrecido reconocer a su hijo como propio y hacerlo mi heredero. Tras pensárselo durante las cuarenta y ocho horas que ayuné en la Clínica Buchinger de Marbella, aceptó. Para celebrar que perdí algo de barriga (y que su íntimo deseo de ser madre era ya una realidad, por supuesto), cenamos en El Bulli el pasado sábado.

Lo llevamos lo mejor que podemos, como podeís comprobar.

PD.- A finales de junio viajé a Paris para cerrar el arrendamiento de un nuevo edificio de oficinas que poseo en La Defénse. En ciertas ocasiones, cuando la Chulesco se empeña en fastidiarme una jornada, es mejor hacerle caso. Casualmente, en un parque infantil, me topé con la Jessica Alba de andar por casa, ésa que sale a deambular por una ciudad ajena con shorts y enormes gafas de sol, acompañada de su pequeña hija, de la nodriza de la niña y de una cohorte de guardaespaldas. Aunque mi inglés, insisto, es deplorable, me bastó para presentarme, compartir un par de bromas referidas a mi blog y convencerle de que despidiera a su séquito para que pudiera invitarle a tomar una copa en mi hotel. Sorprendido por su aceptación, y vestida de manera tan casual, me la llevé al bar del Ritz, donde yo degusté un Bombay Sapphire con hielo y ella una porquería llamada Depurdrink, una bebida energética de té verde y extractos de ortigas y alcachofas. Allí, en lo que yo interpreté como una oferta irrechazable, me confesó con fingida coquetería que sus pechos no eran tan bonitos como los de que le ponían en los fakes, que ya no se parecían a los que lucía antes de tener a su hija, así que le sugerí que subieramos a mi habitación para comprobarlo. Todavía no creo que me utilizara de esa manera; ni siquiera se desnudó, se limitó a sentarse en una esquina de la cama y telefoneó a su marido (un tal Cash) para jactarse, voz en grito, de haberse acostado con un fulano (o sea, yo mismo) en el Ritz. Encima de mezquina, pensé, verdulera. Luego, tras incorporarse y dedicarme una mirada de desprecio, se marchó sans adieu. O lo que es lo mismo: se despidió a la francesa. Debe ser el aire parisino, que avinagra el carácter. O el que respira habitualmente en California, que hace que sus tetas, aún cotizadas, hayan acabado por ser víctimas de la Ley de Gravitación Universal.




martes, 10 de agosto de 2010

I am alive ... at he moment

Como habrán podido comprobar ésos (o ésas) a los que he de agradecer que visite (e incluso lea) la bitácora que me empeño en dictar, hacía casi un mes que tenía abandonada mi única y agotadora tarea. El verano, como ocurre con el común de los mortales, agudiza hasta extremos insospechados mi pereza, y una divertida sucesión de hechos y deshechos, devenidos en mi derredor cual si fueran hermosas bandejas siempre prestas a ofrecerme un nutritivo dry martini, constituyen una inigualable trinchera en la que guarecerme.

No acompañé a mi peripatética familia a Grecia, no. Encomendé la azarosa tarea de hallar a Jessica Alba 2.0, mi adorada y desconocida meta, a Leighton, la más avispada y embarazada del grupo. Con la fotografía robada hace poco más de tres lustros junto a las columnatas de la Universidad de Atenas entre sus manos, Leighton, tras examinarla, no pudo más que reírse de mí. Según ella, mi amor platónico no se parecía en nada (y al decir “en nada” cito sus palabras textuales y añado que aumentó vehementemente el tono de su voz) a la que hoy en día es conocida por el mundo de la farándula y el corazón yankee como Jessica Alba. En la mayoría de cerebros humanos, el transcurso del tiempo desde el momento en que se protagoniza o presencia un hecho puntual acostumbra a distorsionar la realidad de lo sucedido. Así ocurre, al parecer, con los matices de una frase que se ha escuchado, con el increíble sabor de un vino que se cató por primera y única vez e incluso con el color de un pezón que se ha dejado de besar. Desde nuestro hemisferio izquierdo, ése que, dicen, clasifica el pasado y tiende puentes hacia un más que hipotético futuro, se reinterpreta una cara, un gesto, un instante, y lo embellece o afea, acomodándolo a nuestra particular forma se sentir o estar. Yo, lo juro, puedo recordar a la desconocida de la escalinata que retraté con mi cámara en Atenas como la mujer más parecida a la actriz Jessica Alba que he visto en toda mi vida. Iré más lejos: si vislumbro, contemplo o estudio la faz de la chica de la fotografía, sigo viendo, insisto, a un clon de Jessica Alba. Ignoro, desde luego, si padezco alguna enfermedad mental que altera mi percepción visual, o si es la propia Leighton, tan rigurosa y brillante, la que la sufre. Lo que sé es que no me hizo ninguna gracia que se mostrara tan inesperadamente jocosa por nuestra diferencia de criterio. No es habitual en ella. Así que me despedí de mi empleada con, yo mismo lo afirmo, un inusitado arranque de mala educación. De hecho, le dí a la Chulesco un cachete en el trasero, cosa que jamás me he atrevido hacer en público (y no será por ganas, desde luego). A mi tío - abuelo, que falleció en el viaje, y a Mishja, que lo acompañó en tal tránsito, no los vi en la despedida. Se habían subido ya al barco, en pos de un alcohólico refrigerio.

En este punto de mi relato, que he obviado mencionar que no escribo de propia mano porque entiendo que ya se presupone, he de desvelar cual fue el motivo de mi deserción: renuncié al crucero de lujo en el Star Clipper por culpa de una llamada. Y era insólitamente inesperada. En el hall del Hotel Grand Bretagne, minutos antes de partir hacia el Pireo, me llamó exactamente la misma persona que transcribe mis palabras: la llamaré Rita, aunque no sea su verdadero nombre. Ahora que lo pienso, desconozco cómo se llama realmente. Rita es una meretriz. Una prostituta, vamos. Una profesional extremadamente cotizada en un mundo de privilegiados en el que, cuando se le antoja, suele incluirme. Tiene acento británico pijo, como si se hubiese criado en una rancia familia de la aristocracia rural inglesa. Sin embargo, su aspecto es inequívocamente caucásico. Diríase, y que conste que me atrevo a aventurarlo en su presencia, que es de origen ruso. Sus abuelos, o sus bisabuelos, bien pudieran ser rusos blancos, miembros de la nobleza exiliada. Lanzó tal hipotesis porque yo tuve una tía abuela baronesa, también huída de la vorágine bolchevique. Y sus rasgos, si sus retratistas fueron fieles a su fisonomía, eran muy semejantes a los de Rita. Puestos a elucubrar, y considerando que los varones de mi familia, emparentada con el mismísimo William IV, eran (en su mayor parte) unos modelos de promiscuidad, tal vez resulte que mi prostituta y yo mantenemos un recóndito aunque estimulante vínculo familiar. Creo que la idea, a Rita digo, le ha gustado, puesto que, mientras teclea, me reclama con la mirada.

Ya seguiré contando más cosas. Ahora, espero que lo comprendaís, pero se me exige toda atención. Esta vez, y sin que sirva de precedente, no hay ni foto en el encabezamiento ni posdata. Si no es comprensible por quién esto lea, espero que, como poco, me envidie.

martes, 8 de junio de 2010

The Peripatetic Fellowship


En mi anterior entrada omití que mi administradora, que está a doce días de entrar en su quinto mes de embarazo, tiene una barriguita que, lejos de espantarme, me resulta de lo más sensual. Podría hablar, cómo no, del resto de cambios que su fisionomía está experimentando y que, puedo jurarlo, me tienen absolutamente maravillado. Pero, aunque a veces no lo parezca, soy un caballero. Faltaría más.

Lo que tampoco creo haber aclarado es que el motivo del viaje a Atenas, o a Grecia en general, no es otro que tratar de hallar a Jessica Alba 2.0. Sin más. No es un propósito largamente premeditado. No existe una investigación previa. Carecemos de un solo dato con el que identificarla. Desconozco su verdadero nombre, su número de la seguridad social, no dispongo de una simple fotografía que refleje cómo y cuánto ha cambiado. Respecto a mí, desde que la vi por primera y última vez, sí que lo hecho. Y bastante He perdido buena parte de mi cabellera, ya lo dije el primer día. Tengo una tripa considerable, ojeras, papada y un sinfín de taras que, maldita sea, salieron de la nada un mal día para acompañarme hasta que mi cuerpo decida plantarme. Pero no tengo miedo. Me refiero a que no temo volver a verla. No me espanta que no pueda gustarle, ni elucubrar qué podría decirle. Ni siquiera sé cuáles son mis pretensiones con respecto a Jessica Alba 2.0. El viaje, la decisión de emprenderlo, la ha tomado Leighton. Así. A las bravas. En Atenas, presuntamente, nos esperará el padre de su criatura, mi inesperado y exsoviético tío – abuelo Mishja Miskhin. Quiere acompañar a la madre de su retoño durante esta singular aventura. Si la salud se lo permite, mi otro tío – abuelo, George, ése al que tuve hasta hace poco como único ascendiente vivo, se atreverá a acompañarnos. Puede ser el último viaje que hagamos juntos. Habrá que celebrarlo.

Así que, concluyendo, en el oriente europeo, en la denostada y apurada Grecia, se reunirá un grupo de búsqueda peripatético. Lo encabezará un anciano moribundo, acompañado por una sugerente enfermera (estoy seguro que el Duque de Rascal, a pesar de su estado, no ha perdido su providencial sentido del humor). A aquél lo seguirá otro viejo, hermano bastardo del anterior, que, hace una eternidad, fue niño de la guerra exiliado en la Unión Soviética y ahora, decrépito, se dispone a ser padre primerizo. A continuación, claro, estará Leighton, la embarazada treintañera que, merced a sus ardides, al milagro de la fecundación in vitro y a su extraordinaria capacidad pulmonar, está a punto de desagraviar para siempre a los Chulesco. Y, por último, allí estaré también yo, posiblemente resacoso, indudablemente apático, apaciblemente inquieto. Nihilista, en el sentido más personal con que puedo concebir tal término.

Todos, en pos de un sueño. Todos, en pos de un fantasma. Todos, embarcados en un velero de lujo, en una goleta llamada Star Clipper que, partirá de Atenas el próximo día 12, recorrerá la costa turca y algunas islas griegas durante una semana y nos devolverá al Pireo, tal vez victoriosos. Hermoso sacrificio, el nuestro.

PD.- Adjunto a esta entrada una fotografía de la verdadera Jessica Alba. Al parecer está leyendo el blog, le ha gustado (no tanto lo de los fakes, me han asegurado) y me ha regalado esta imagen. Ya sé; podría ser Jessica Alba, y también la chica del supermercado de la esquina. Pero le hizo gracia que yo no revelara mi verdadera identidad y, ya ven, por seguirme el juego …

martes, 1 de junio de 2010

Dobles personalidades


Debería hacer caso a Leighton Chulesco.

Soy consciente de ello.

Debería eliminar la entrada que Sargantana ha publicado en mi blog.
Debería denunciar el contrato de confidencialidad que ella firmó en su día y debería, incluso, considerar que la idea de mantener un blog con mis vivencias y/o ocurrencias, a la vista está, es algo más que una inconveniencia.

Lo asumo.

Pero no haré nada de eso.

Sin embargo, considero que Sargantana (o Ana, como ella misma ha revelado llamarse) puede convertirse en un peón (una peona, en este caso) muy válido en el futuro. En mi futuro. Ella lo sabe. Pese a los insultos, pese a su irrespetuosidad, pese a la escasa prudencia con la que piensa (y hace) las cosas.

Así que, bien, admito la incursión en mi privacidad. Acepto atender al nombre de Hendrick, aunque ése, bien es cierto, no sea mi nombre más conocido. Lo extraordinario de tener varios nombres es que, dependiendo del ecosistema en el que habito, voy alternándolos. De cara al servicio, y para el vulgo en general, atiendo por mi apellido, ilustrado por la palabra señor. A efectos puramente protocolarios es frecuente que se me anuncie como Duque, cuando aún lo soy. Familiarmente, sin embargo, respondo por mi segundo nombre, que no revelaré. En noches de jarana y saraos, cuando todo el mundo se adora y el alcohol nubla el entendimiento, utilizo el cuarto de la ristra con la que fui bautizado. Hendrick, concluyo, es mi nombre más íntimo, más personal, ése que me susurra Leighton al oído cuando, raramente, le robo (o simula) un orgasmo. Me resulta curioso que Sargantana lo conozca y que se jacte de saber cuáles son los demás; no suelo hacer públicos y ni siquiera ha tenido la oportunidad de espiarnos copulando, a mí y a la señorita Chulesco me refiero, simplemente porque no hemos coincidido los tres en la misma singularidad espaciotemporal. Es igual. Mi nombre, mi primer nombre, efectivamente, es Hendrick. Aunque puede tenérseme aún por Andrew. Evitará confusiones.

Hendrick, y ya contaré esa historia algún día, también fue el nombre de mi primer antepasado ilustre. Aunque eso, por supuesto, podrían discútirmelo muchos de los que le precedieron. Y Hendrick (o Andrew), el mismo que esto dicta a su diligente administradora y madre del futuro XIII Duque de Rascal (al parecer, el ginecólogo apostaría su mano derecha a que será varón, que no barón) ha decidido obsequiar a Sargantana (o Ana) con los frutos vitalicios de un centro comercial que, ubicado en tierras malacitanas, fue levantado a iniciativa privada sobre un solar de los Loverboobs. El importe asciende a casi dos millones de euros anuales. Espero que sea suficiente para que tan deliciosa como pérfida criatura deje de importunarme, al menos sin previo requerimiento. Y, por si acaso, claro, he cambiado el código de acceso al blog. Para ello he tenido en cuenta tu advertencia, Sargantana.

PD.- La fotografía de hoy pertenece a un reciente reportaje que Jessica Alba ha protagonizado en una revista norteamericana. He de decir, de paso, que muy pronto viajaremos a Atenas. Por fin he decidido buscar, en el mismo lugar donde la descubrí, a la mujer que, desde hace dos décadas, me hace perder el sueño. Espero tener suerte y no encontrarla. Esto de tener un blog comienza a divertirme.

domingo, 30 de mayo de 2010

El verdadero primer nombre del señor "Loverboobs"



Discúlpame, Hendrik. Pero no he encontrado otro modo de contactar contigo. Sabes que, desde lo de Benillum, has prescindido de mí. Por si no lo sabes, incluso logré que esa especie de secretaria pelotuda que cuida de tí me atendiera por teléfono. Sin embargo, o no te dijo nada (conjetura poco probable) o te has hecho el desentendido.

Claro que sí. Soy Ana. O Sargantana, como me llamas tú en el blog. Y, como ves, no he olvidado tu contraseña de acceso.

Como supongo que, en cuanto leas este post, te cargarás el blog (no lo creo: tu vida es demasiado anodina como para prescindir de la única excentricidad de la que puedes presumir) o cambiarás la contraseña. Si haces esto último, ten presente una cosa: no utilices otro de tus nombres reales como tal. Yo ya he revelado el primero de ellos hace unos minutos, Hendrik, y conozco todos los demás. No seas, como ha venido siendo habitual desde que nos conocimos, un perfecto, inmenso y singular idiota.

Ya me dijo Turdó (el macarra aquel que te encerró en el chalé de los ingleses) que saliste del pueblo como alma que lleva el diablo. Te suponía cobarde, estimado Hendrik. Pero no tanto como para salir huyendo sin despedirte de mí. ¿Acaso creíste que yo estaba detrás de lo que hizo contigo ese imbécil? No. No estoy con él. Tampoco lo estuve. Solo le hice creer en sus posibilidades. También jugue contigo a ese juego, y no me decepcionaste.

Por lo que veo, y no dudo de que sea verdad, te has vuelto a liar con tu secretaria. Enhorabuena. Simplemente, no puedo más que sorprenderme; pensaba que se largaría para siempre. De hecho, si yo estuviera en su situación, lo hubiera hecho. Y te habría dejado sin blanca. No te quepa duda.

Ya que hablamos de dinero, te diré una cosa: mi asignación, tu generosidad, se me empieza a quedar corta. Me cuesta llegar a fin de mes. Ya sabes: la crisis. No deseo chantajearte (por si lo ignoras, es un delito, y tengo todas las papeletas para que me enchironen) y, aunque podría desvelar ahora mismo cual es tu verdadera identidad (tus verdaderos apellidos y el nombre cierto del Ducado, por supuesto), no voy a hacerlo. Te aprecio, querido idiota. Tanto como para permitirme la confianza de rogarte que me subas el sueldo. Para tí es nada, ya lo sabes. Para mí, pasar de vivir en un pisito de alquiler sin ascensor en el centro de Alicante a irme a un ático en primera línea de playa. Hazme el favor, futuro Duquesín. Dime que sí. Un detalle como ése abriría para tí de par en par mi corazón. Y tal vez otras cosas.

Mil besos querido inútil. No te olvides de mí, como sinónimo de parásito, propietaria de un cuerpo de escándalo y titular de una desnutrida cuenta corriente en La Caixa. Y suerte con esa tontería de lo de Jessica Alba 2.0.

Probablemente tuya,

Ana.

martes, 25 de mayo de 2010

Botes, cenizas y Campari


Ante todo, mil disculpas. Mi pretensión no era demorarme tanto en redactar este nuevo post. Pero lo cierto es que las circunstancias, y la rancia pereza de la que puede hacer gala la estirpe a la que pertenezco, son las verdaderas culpables.

Durante este tiempo he estado en Londres. En la City. Me fui para Inglaterra y, como cada primavera, asistí a The Boat Race, en el Támesis. Ganó Oxford, creo. O Cambridge, no sé. Y eso que estaba en primera fila, con Leighton, justamente en Chiswick Bridge. No me interesa ninguna competición, sea cual sea su naturaleza. Pero es costumbre que al menos un Loverboobs, cada año y desde 1925, asista a tal espectáculo. Y, al menos, mientras viva mi queridísimo tío George, he de respetar la tradición. Gajes del oficio. Eso sucedió el 3 de abril.

Dias más tarde acudí a Liverpool, donde se celebró el Grand National. Jamás había ido antes, pero mi administradora sentía cierta curiosidad, y pude atestiguar lo sofisticadas que son las busconas inglesas, embutidas en escotados vestidos chillones, y lo mucho que gustan de apostar a sus maridos. Chulesco me dijo que ganó un jinete famoso, que nunca había logrado la victoria en esa carrera. Lo hizo con un caballo viejo que, en inglés, viene a llamarse como Empujadlo. Un cúmulo de despropósitos, o al menos eso creo yo.

No puedo dejar de mencionar el caos aéreo que ha prolongado mi retorno a España como consecuencia del famoso volcán islandés de nombre impronunciable que ha esparcido una inmensa nube de cenizas sobre el cielo del hemisferio norte. Las pérdidas de las aerolineas europeas están siendo de miles de millones de euros. Leighton me ha confirmado que los Loverboobs, accionistas en alguna de ellas, también se han visto afectados. Cuando me lo ha referido, sé que se incluía a sí misma. A ella, y a su futuro hijo, claro. Y es que ya he aceptado (y George, naturalmente, también) que el fruto de sus entrañas será mi sucesor. El heredero de la fortuna de los Loverboobs. El futuro Duque (o Duquesa) de Rascal.

Es mucho el cariño que siento hacia Leighton como para profesarle odio. Ni siquiera resquemor. De hecho, creo que merece algo más que arañar parte de la fortuna que, con tanto esmero, ha conseguido amasar. Y como es agradecida, y las angustias propias de su estado han desaparecido, me complace libremente en todo lo que se me antoja. Verdaderamente, no la tenía por una depredadora sexual. De hecho, desde que tuve con ella la primera relación íntima, siempre se mostró tímida y comedida, sin mostrar disgusto por lo que se le exigía pero tampoco placer en corresponderme. Esa Leighton, la joven de hielo, ha muerto. Ahora se muestra madura, exasperadamente cariñosa, abrumadoramente sensual, irremediablemente voraz. Es cierto que me ha dejado agotado. También lo es que, estos últimos dos meses, me han parecido una interminable luna de miel. De hecho, estoy postrado en cama, presa de la ciática desde hace una semana. A Leighton, al principio, le hizo gracia que mis achaques contuvieran su avidez. Ahora, por las miradas que me dedica, calibro que empieza a impacientarse. El amor (carnal, por supuesto) ha aumentado potencialmente sus registros de inflexibilidad. Como siga por este camino, creo, moriré pronto.

PD.- Al volver a España, me he topado con una Jessica Alba (la auténtica) unidimensional, gigantesca, enmarcada en algún panel publicitario. Se la ve espléndida, epicúrea, inabarcable. Bien me gustaría que, cual enorme titánide, pudiera escaparse del papel, y aposentar mi maltrecho cuerpo sobre el carmín de sus suculentos (y ciclópeos) lábios. Los carteles son de Campari. Resulta que corresponden a la campaña del año 2009, pero no sé porqué (supongo que por razones de austeridad del distribuidor, o porque Olga Kurylenko, la chica Campari 2010 no es tan conocida como Jessica en el mercado ibérico) han vuelto a alumbrar las carreteras y rotondas con los primeros calores. Por cierto: Jessica Alba estuvo la noche del sábado 1 de mayo en la cena anual de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca en Washington. Y es que Leighton tiene un primo lejano mexicano (no se podía esperar menos, luciendo un apellido como Chulesco) que además de ser camarero aspirante a actor, es íntimo amigo (gay) de la actriz Scarlett Johansson. Y ésta, que estuvo también en el acto y está al tanto de mi búsqueda, le habló de mí a Jessica. Al parecer, no le impresionó que un noble español (de origen británico, por si le supiera a poco) le admirara tan tozudamente como para haberse prendado de una doble suya). Pero prometió, cuando dispusiera de tiempo, leer mi blog. Sé que no lo hará. Y no es porque esté escrito en castellano (podría tomarme la molestia de ordenar traducirlo al inglés, como pretendía cuando fue creado) sino porque, en su lugar, yo no perdería un minuto en hacerlo.

jueves, 1 de abril de 2010

Escape de Benillum


Lo sucedido en estos últimos días, desde luego, ha sido increíble. No pretendo, dicho sea de paso, convencer a nadie de que lo que aquí escribo (o mejor dicho, lo que aquí transcribo, porque ya he encontrado a quién vuelve a ocuparse del trabajo de teclear) es incuestionable cierto; habrá quién valore que todo lo narrado en este blog, incluyendo lo concerniente a mi nobleza, es falso. Un engaño. Una vil patraña. No puedo, o más bien no deseo, rebatir acusaciones de tal naturaleza. Ya mencioné que mi verdadero nombre no es Andrew, ni mi apellido Loverboobs. Tampoco existe el Ducado de Rascal. Pero sí existe otro ducado. El mismo del que soy legítimo heredero. Al menos, de momento.

Iré al grano. Ya referí que mi tío George, hospitalizado en Navarra, no puso reparos en atender mi llamada de auxilio (me encontraba encerrado en una casa perdida que me había visto obligado a asaltar aprovechando la ausencia de sus propietarios). Y no se le ocurrió mejor idea que enviar en mi ayuda a Leighton Chulesco. Sí, la que mintió al asegurar que se marchaba a Bután de vacaciones, la que no daba señales de vida, la misma que, en cuanto supo del empeoramiento de mi tío, se plantó a los pies de su cama, dispuesta a atenderlo personalmente. ¿Dónde había estado hasta ese momento? ¿Qué le había sucedido?

Los que tengan mi edad (cuarenta y uno cumplí ayer mismo) recordarán lo que le ocurrió a Boris Becker. El tenista, sí. Un cuarentón alemán, lechoso y pecoso, que ganó un torneo muy importante a una edad escandalosamente corta. Hasta mis oídos, que desprecian todo aquello que se califique como deporte, llegó la noticia de que, en Wimbledon creo, le robaron el semen. Para ser más conciso: una modelo le practicó sexo oral entre partido y partido y, atesorando tan fructífera sustancia en su boca (no diría ni mu durante un buen rato, digo yo), se dirigió a una clínica especializada y se sometió a una inseminación artificial. Y, aunque en teoría es difícil, la mujer consiguió su objetivo y concibió un hijo (o una hija, no sé) de su admirado campeón.

Pues bien, eso mismo ha hecho Leighton. ¿Y quién ha sido su víctima? Es lógico pensar que, dada su situación y condición, hubiera elegido al actual Duque de Rascal. O a un servidor, heredero del título y apreciablemente más joven. Pero si el lector hace memoria, ya comenté que tanto mi ascendiente como yo somos estériles. Irremediablemente. Leighton, aunque nunca lo preguntase, llego a saberlo. Empíricamente, deduzco. Y nosotros, mi tío y yo, no ignorábamos que la meta final de todo Chulesco que supo gobernar nuestros intereses debía ser el hecho de transmutarse en un Loverboobs. ¿Para qué robar, si puedes usurpar el lugar que ocupa tu querido enemigo?
Así que eso fue lo que emuló Leighton. Requirió la presencia de Mishja Miskhin con la excusa remota de que ayudara a mi tio en la búsqueda de Jessica Alba 2.0 y, una vez en España, le practicó (perdóneseme la grosería) una felación con todo el primor que una mujer joven y atractiva puede ofrecerle a un viejo y maltrecho ex-soldado. El lector se preguntará a estas alturas: ¿y por qué la Chulesco eligiría a Mishja Miskhin? Blanco y en botella, queridos amigos. Es obvio, aunque yo lo haya ignorado hasta hace bien poco, que el ruso no es un ruso de pura cepa. Es un Loverboobs. Aunque el porqué de que tal dato haya permanecido oculto, al menos respecto a mi persona, lo explicaré en otro momento; aún he de averiguar algunas cosas que, por parte de mi administradora, no me han sido reveladas.

Así que es también sencillo deducir que es ella, la maquiavélica señorita Chulesco, la que transcribe estas palabras. Lo de Bután era una buena excusa para cumplir su objetivo sin interferencias y dejar que el embarazo progresara con la tranquilidad requerida por los médicos. Ella, también, ha sido la que me ha liberado de mi encierro, la que me ha sacado de Benillum y la que me ha traído hasta Granada, donde ahora mismo nos encontramos. No le resultó fácil sacarme de aquella casa - prisión, sin recurrir a las autoridades. Y no me refiero al hecho físico de entrar en ella, sumamente accesible para cualquier profesional que sepa tener la boca cerrada y el bolsillo presto. Dar con mi paradero, ignoto para mí mismo (ya dije que el sinvergüenza con el que está liado Sargantana me obligaba a acompañarle en sus tropelías por la noche y en parajes recónditos), sin conocimientos informáticos como para rentabilizar el acceso a internet y con el temor de que me sorprendieran encarcelado en su casa los mismísimos propietarios, era misión casi imposible. Así que Leighton recabó información reservada a través del número de teléfono que yo utilizaba, sobornó a quién supo que podía ser sobornado y, pese a que a mí se me antojaron lustros, tardó pocas horas en dar con mis huesos. El caso es que, en la entrada, coincidió con el novio de Sargantana que también venía a buscarme. Debía haber averiguado, he de suponer, que los dueños de la casa se ausentarían largo tiempo, y, tal vez aleccionado por la hija de Jaumet, habría calibrado que lo que había empezado como una broma de pésimo gusto (obligarme a precederle, insisto, en varios allanamientos de morada para, al final, encarcelarme regodeándose de las intenciones que yo había pergueñado en referencia a Sargantana) podía convertirlo en secuestro. En algo sustancialmente lucrativo. Leighton, sin embargo, es una persona precavida. Le place evaluar riesgos hasta cuando acude a su manicura de toda la vida. Así que iba acompañada por alguien perteneciente al personal de seguridad de una de nuestras empresas, que dio buena cuenta del imprevisto (seguramente, a estas horas, el sobrevenido secuestrador debe maldecir haberme conocido). Tras despejar ese pequeño problema, todo ha sido coser y cantar. Dentro de nada, tomaré un vuelo. Leighton me ha aconsejado que deje el blog, que no es bueno para mi seguridad. Sargantana ha trabajado en él, y que, a estas alturas, pueda creerse amenazada. Si es así, no ha de temer nada. No voy a hacer nada en su contra. Au contraire: el abuelo seguirá viviendo en nuestra propiedad de Mahón y su asignación (esa misma que debería dedicar a formarse) le llegará mensualmente de por vida. Si busca algo más, en cambio, acabará por perder tales privilegios. Y esa es una situación en la que, a buen seguro, no querrá imaginarse.

Continuaré otro día, porque, y espero que se entienda; estoy agotado. Por cierto: no sé si he dicho antes que odio los aviones comerciales.

PD.- Un internauta anónimo me ha hecho llegar la foto de esta entrada. Corresponde a una señorita china que, al parecer, se ha operado recientemente para parecerse a Jessica Alba, a la que admira enfermizamente. Desde luego, no es mi Jessica Alba 2.0. Y tampoco creo que, tras la intervención, alguien pueda confundirla con la actriz.

viernes, 26 de marzo de 2010

Atraco a la inglesa

Quiero agradecer el tiempo perdido a quién se decida a leer estas líneas. Especialmente, a la única persona que, por declararse seguidora de mi blog, presumo que no tardará en hacerlo. Paulette, se hace llamar. Posiblemente, un pseudónimo. Como el mío. Una hermosa mujer, si he de juzgarla por las fotos que ha colgado en internet. Y una escritora maldita, según sus propias palabras. Gracias, Paulette. Sinceramente. Aunque, si he de ir más allá, he de confesar que no puedo corresponder a esta bloguera (suena raro, bloguera) leyendo sus cosas. De hecho, si es cierto que me sigue, ya sabrá que no leo nada. Ni siquiera releo mis entradas. No me interesa la literatura, ni casi nada de lo que gusta al común de los mortales. Salvo haraganear y beber, claro. Esos son mis dos principales hobbies. Y fantasear con la estupida pretensión de buscar a la doble de la actriz Jessica Alba, de la que creo estar platónicamente enamorado. Una vida desperdiciada, la mía. Voilà.

Escribo yo solo. Sin intermediario. Con las yemas de los dedos índices de ambas manos. No tengo a nadie que transcriba lo que pienso; ni George, ni Leighton, ni siquiera Sargantana. Yo solo, plantado a la una de la mañana frente a la pantalla de un portátil que no es de mi propiedad, tardo un siglo en terminar una frase. Un esfuerzo, al menos para mí, titánico. Pero necesito escribir. Preciso escribir. Imaginad lo desesperado (y sorprendido) que estoy.

Resultará raro que un nihilista como yo se declare, tan de improviso, fuera de sí. Quiero suponer que un ejemplar de mi especie (o cualquiera que, como yo, le importe muy poco todo y todos los que le rodean) no puede disfrutar de semejante placer. Pero heme aquí, con una botella vacía de Château Briand barato de 2003 y una probable costilla rota. Por no hablar, claro de los hematomas de la cara. Y es que, por primera vez en mi vida, me han pegado.

Empecemos por Leighton Chulesco. Mi administradora. O mejor no; pensándolo mejor, todavía no tengo el menor estímulo que me incite a hablar de lo sucedido con ella. Y de las repercusiones que sus maniobras están dando de sí. Afectan, adelanto, al estatus social (y económico, evidentemente) de los Loverboobs. Decididamente, pospongo ese tema para otro momento.

Pasemos a Sargantana. Esperaba que, tan joven y descarada, fuera más accesible de lo que ha resultado ser. Anhelaba que, tras la muerte de Jaumet, yo pudiera ofrecerle cumplido consuelo. Es una personalidad compleja, Sargantana. Agotadoramente incomprensible. Resulta que, como ya dije, se inventó lo de su embarazo para joder a su fallecido padre, un tipo desmedidamente taciturno. Sospecho que debe padecer algún tipo de complejo de Edipo. El caso es que, insinuando que necesitaba cambiar de aires, me arrastró hasta este pueblucho, Benillum, en el norte de la provincia de Alicante, el lugar donde nació su abuelo. Un asco de agujero, este sitio. Presenta cuatro gatos mal avenidos, un lucrativo tanatorio propiedad de los Loverboobs (con cementerio privado) para residentes británicos y un macarra con acné que, tras cepillarse a mi supuesta acompañante, me ha puesto la jeta como un cromo nada más enterarse (por ella, que es un mal bicho) de que estoy loquito por sus huesos (me refiero a los de ella, naturalmente). El caso es que el tipo, además de molerme a golpes, me ha birlado la documentación, mis tarjetas y el dinero. Debería apresurarme en denunciarlo, pensará quién esto lea. Mente brillante, la suya. Supongo que, pese a lo intrincado de mi paradero, sumergido en algún lugar de la montaña que linda con el sur valenciano, debe existir un cuartel próximo de la guardia civil. Pero el problema es que carezco de medio de transporte para buscarlo. Y, si pareciera ésa una excusa menor, he de confesar que el bastardo de mi agresor, pistola en mano, me ha obligado las dos últimas noches a acompañarle en el asalto y robo de varios chalés pertenecientes (supongo) a matrimonios de jubilados ingleses que no se encontraban en casa. Ahora mismo, estoy en una habitación de una de esas viviendas clónicas, escribiendo estas líneas. Afortunadamente, no está el macarra. El chaval me ha encerrado en esta casa y se ha largado, dejándome la línea telefónica a mi disposición y un estupendo servicio de internet de banda ancha (¿cómo será posible, en mitad de la nada?). He llamado a George, para que busque el modo de sacarme de aquí, aún estando él en Navarra. No quiero policías, lógicamente. Solo quiero acabar con esta pesadilla. Y los ingleses, aunque parezca mentira, no guardan más alcohol en casa.

PD.- Para ornamentar esta entrada, esta vez he elegido una fotografía de Jessica Alba desencajada por el horror. Quiero suponer que, de estar junto a mí, presentaría tal estado de ánimo. Lo cual, pensándolo bien, me serviría de bastante poco.


lunes, 15 de marzo de 2010

Escussi



Pido cien, mil, infinitas disculpas a aquellos que acostumbran a seguir este blog (que, aventuro, deben ser poco más de dos). Si he de excusarme, lo haré tras los tristes sucesos que, en estas últimas semanas, han tenido a mal abordarme: por orden cronológico, la inesperada intervención quirúrgica del Duque de Rascal en la Clínica Universidad de Navarra (en la que sigue ingresado, pero ya fuera de peligro y atendido como un jeque del oro negro), el absurdo fallecimiento de Jaumet (lo mató una palmera caída un amanecer sin viento, justo cuando pasaba en su motocicleta por la carretera) y el ansiado retorno de Leighton Chulesco (al que, sin duda alguna, dedicaré la próxima entrada por su estridente repercusión). Tal concatenación de desgracias no me ha permitido daros puntual cuenta de mis asuntos. Entre el estrépito del cáncer de George, las condolencias de buena parte de los ciudadanos de Mahón y el embarazo (sí, éste auténtico) de mi administradora - embaucadora, he cobrado la angustiosa sensación de pretender cruzar un río revuelto saltando de una roca puntiagudamente inexpugnable a otra musgosa y resbaladiza, sabedor de que, tarde o temprano, me iba a caer y que, cuando lo hiciera, la escorrentía me arrastraría lejos de la ribera. En estos días, en los que he de confesar que me ha costado fingir interés por asuntos que, por suerte, no me atañen, Sargantana me ha ofrecido un apoyo inestimable. Y aunque sé que la muerte de su padre, como es de suponer, le ha afectado lo suficiente como para perder casi un tercio de una semana sumergida en la autocompasión, no ha tardado en dedicarme su tiempo y servicios, aunque de momento siga negándome aquellos que se me antojan deliciosos. De hecho, me consta que anhela convertirse en alguien que, como Leighton, se me haga imprescindible en vigilia y sueño. En otras circunstancias, hubiera deseado que la irrupción de la señorita Chulesco originara un conflicto de intereses entre ambas mujeres, pero el imponderable (o sea, la insólita gestación de mi administradora) a poco me provoca un infarto. Así que Sargantana, aconsejada por su abuelo, me ha embarcado en un vuelo a Valencia y, en un abrir y cerrar de ojos, me he visto hospedado en un hostal de mala muerte de Benillum, con un vaso de vino barato en la mesa y un plato de gazpacho, mejunje infame, que me he negado a comer. Espero que esta noche, por fin, pueda aprender algo nuevo de Sargantana. En lo referente al sexo, aclaro, porque en lo referente a los gustos y al buen vivir, me temo, tengo mucho que enseñarle.

PD.- La foto de Jessica Alba del anterior post, por supuesto, es otro montaje. A Sargantana le pareció divertido jugar con la posibilidad de que la mía, la Jessica Alba 2.0, haya engordado. A mí, es evidente, no me hizo ninguna gracia. Por eso esta vez elegiré yo mismo la imagen.

sábado, 20 de febrero de 2010

Día de enamorados


Estos días, desde luego, me están pareciendo infernales. Leighton Chulesco ya debería estar aquí, en Menorca, de regreso de su exótico viaje; pero nada, no hay rastro de ella. Los consejos de administración de nuestras empresas requieren su presencia (Leighton es la correspondiente consejera delegada de cada una de ellas) y, al parecer, mi obligación como vicepresidente y propietario es localizarla cuanto antes. Tras interesarme infructuosamente por su paradero en la agencia que presuntamente le había organizado el viaje (en realidad no hice eso personalmente, sino a través de Jaumet, que conoce a la propietaria), acabé siendo recomendado a un funcionario que trabaja en la embajada de Nueva Delhi, en India, puesto que Bután no tiene relaciones diplomáticas con España. Hoy mismo, el señor Horcajada (que así se llama el fulano) me ha corroborado telefónicamente que las autoridades butanesas no saben nada de un visado de entrada a su país a nombre de la señorita Chulesco y, también, que las agencias de turismo oficiales de Bután no fueron contactadas en ningún momento por la supuesta turista. Por tanto, no he tenido más remedio que aceptar que Leighton me mintió. Pero si es así, ¿cuál es el motivo y donde está ahora?

Como tales tribulaciones me están agotando y mi relación con mi tío - abuelo continúan congeladas, estos últimas jornadas he matado el tiempo de la mano de mi transcriptora y protegida, la señorita Sargantana. Aunque sigue manteniendo una actitud fría hacia mi persona, me ha arrastrado con sus amigos y amigas a alguna sesión de cine, a muchos bares y hasta a una discoteca. Puedo dar fe que, de tener mejores opciones que tomar, no volvería a acompañarla. Además, valoro que, de tomar esa decisión, Jaumet se sentiría defraudado. Se desvela por verme animado, el pobre idiota. Y eso pese a que Roc, con magnífico criterio, no ve con buenos ojos que un tipo de mi edad se vaya de parranda con su jovencísima nieta. Por cierto: el abuelo me aseguró el otro día, sin venir a cuento, que no es menorquín, sino natural de Benillum, provincia de Alicante. Jamás antes había oído hablar de tal lugar.

Para rematar esta entrada, y por insistencia de Sargantana, dejaré constancia de lo que me ocurrió la otra tarde, la del catorce de febrero. Estuvimos los dos juntos en casa de una de sus amigas, una peluquera desmedidamente estrafalaria. Después de comer (un pollo asado espantoso, regado con un somontano deleznable), la amiga propuso que nos fumáramos un porro. Sacó una bolsita de marihuana (la cultiva ella misma, aseguró, para consumo propio) y lió lo que suele denominarse un canuto. Soy fumador social, pero ya dije que jamás, jamás, he catado ninguna droga. Así que, aunque estaba decidido a rechazarla, opté por aceptar la invitación (más que nada, por aburrimiento) y yo solito, en un pis pas, me acabé el cigarro. Al principio no noté nada; ni la anunciada hilaridad, ni el consabido mareo. Las chicas se tumbaron a ver la televisión y yo, que le había echado el ojo a un diván de escalofriante color violeta plantado en la única habitación del pisito, me retiré para echar una siesta. Increíblemente (soy un enamorado y vehemente defensor de la misma) no pude hacerla. Nada más tumbarme, sentí un súbito retortijón y, desesperado, sali corriendo para descubrir donde quedaba el baño. Sin atender a modales, desahogué ruidosamente el estómago mientras un sudor gélido, de pies a cabeza, invadía toda la piel que me cubre. Mis manos, como mis brazos y espalda, comenzaron a sufrir el acoso de un millón de agujas invisibles, inmisericordes, que asemejaban querer taladrarme el alma. Los dedos, mi cabeza y las piernas terminaron inertes. La colitis, sin embargo, ya había cesado. Y por fin, sin saber aún como, logré asirme a una hebra de lucidez y, olvidada la naúsea, pude retornar con una pizca de compostura al diván.

Sargantana carcajea cuando lo cuento. Me encontró dormido, tras, al menos, cuatro horas de inconsciencia. Juro que, antes de perder la conciencia, asumí que moriría. Ahora, ya recuperado, prometo que no volveré a probar ese veneno. ¡Qué distinto el olor de esa mierda si lo comparo con los efluvios de un gran caldo, que reconcilía el espíritu con el regocijo por vivir!

PD.- Hasta nuevo aviso, he de permutar mi inabordada búsqueda de Jessica Alba 2.0 por la de Leighton Chulesco. Sin la una, intuyo, soy incapaz de dar con la otra.




miércoles, 10 de febrero de 2010

Knowing Sargantana


Esta mañana he estado en Cala Macarella con Sargantana. Aunque no parece sentir por mí el menor aprecio, me ha convencido de que me convenía salir un día de la Torre para que me diese el aire. Ha elegido, sin la menor duda, la mejor de las jornadas: ha llovido, hace frío y el mar embravecido por el viento, desde luego, no me ha ayudado a recrear la belleza que, en antiguas visitas estivales, pude admirar en este lugar, ebrio ahora de melancolía. Además, nada más adentrarme en el desdibujado arenal, mientras sentía como el brío del invierno castigaba mis párpados entreabiertos, me he acordado otra vez de Leighton Chulesco. La imagino, todavía, en Bután. Y la extraño, es evidente. Podrá deducirse que lo que añoro de ella no es otra cosa que el calor de su carne. Es falso, al menos en parte. Además de su amor, preciso que retome la intendencia de los asuntos de la familia Loverboobs cuanto antes, puesto que estoy más que harto de que gerentes, accionistas, capataces, viticultores e incluso un rejoneador pretendan soliviantarme con sus miserías y desvelos. Aunque siga sin dirigirme la palabra, he logrado que sea George, el XI Duque, el que se desentienda de ellos. Y creo que hasta el bueno de Jaumet Simón, siempre dispuesto a echar una mano, le ayuda en tales menesteres.

Sargantana me ha aventurado que no va a volver. A Leighton, se refiere. Lo primero que le he argumentado es que Bután, aunque lejano, no es un país conflictivo. O eso creo. De inmediato, mientras repasaba la pícara sonrisa de mi nueva transcriptora, pensé en que mi administradora, a primera vista, no parece una persona con inquietudes espirituales; me refiero a que no me la imagino renunciando a sus bienes materiales ni, por tanto, con la cabeza rapada y vestida con toga naranja, aislada del mundo en un templo budista (o cualesquiera que sea la religión que profesen los butaneros o butaneses). Digamos que, más bien, Leighton es una persona rendida a la sociedad de consumo y a la exclusividad más cool. Conduce varios coches de lujo, viste magníficamente y tiene residencia fiscal en La Moraleja y varias propiedades en Marbella. Probablemente, si quisiera comparar su nómina con la de otros profesionales del ramo, comprobaría que es la personal manager mejor retribuida de España. Y que conste que omito, por supuesto, los ingresos extras que, al igual que los Chulesco que la precedieron, obtiene pellizcando los beneficios periódicos de la familia Loverboobs. Con todo ello quiero concluir que, sin ser de noble familia, Leighton disfruta de una gran vida. Una vida dichosa. Sabe que, gracias a George y a mí, los últimos Loverboobs vivos, tiene las manos libres para hacer lo que desee, comprar lo que se le antoje y pensar o decir lo que estime oportuno.

Pero Sargantana, enterada de tales circunstancias, se ha reído en mi cara. La jovencita, la de los labios lascivos, se ha propuesto reprocharme lo del derecho de pernada. Y, sin dejarme abrir la boca, me ha dicho que a ella no le parece malo siempre que, para su disfrute, no se haga uso de la fuerza. Hablo exclusivamente por mí cuando digo que Leighton siempre ha tenido libertad para rechazar mis propuestas. Jamás (salvo, claro está, cuando la naturaleza tuvo a bien interponerse) ha puesto trabas a satisfacer mis requerimientos, al igual que su madre, con la que tuve el honor de estrenarme. Puedo llegar a entender que tal privilegio, por arcaico y denigrante, pudiera menoscabar el honor de una dama. Pero, ya digo: no es el caso, ni mucho menos.

Al mediodía, en un reputado restaurante de Ciutadella, Sargantana y yo hemos pedido la ya clásica caldereta de langosta. Antes de que la sirvieran, me ha confesado que no le importaría cambiarse por Leighton. He de confesar que a mí, exclusivamente en lo referente al sexo, tampoco. Sin embargo, se ha atrevido (con su ya habitual descaro, por supuesto) a asegurar que, de encontrarse en tal posición, haría lo imposible por quedarse embarazada de un Loverboobs. Según ella, esa es la manera más sencilla que tiene cualquier mujer, y en este caso Leighton, para adueñarse de todo, absolutamente todo, nuestro patrimonio.

No me gusta dar más cuenta de mis asuntos, bien lo sabe mi tío-abuelo, que lo estrictamente necesario. Pero resultaba claro que Sargantana, pese a su simplicidad, podía concluir que por ser noble (y declararme nihilista) tenía ante sí a un necio. Así que tuve a mal confesarle que tanto George como yo, siendo familia, compartimos una ristra genética digna de achacarse a una clara tendencia endogámica: somos altos y de miembros delgados aunque, sin embargo, nuestros troncos tienden al sobrepeso. También somos calvos (en mi caso, aún conservo algo de cabello), tenemos los ojos chiquitos y grises y padecemos de asma congénita. Y para rematar la faena, ambos, por causa de una rara malformación testicular, somos estériles.

Sargantana, con su habitual desparpajo, no se ha sorprendido. Más sonriente si cabe, ha tomado con sus zarpas uno de los crustáceos (¿es que nadie ha tenido a bien enseñar a esta hermosa criatura a usar cubiertos?) y, tras pelarlo con los dedos, lo ha devorado en un santiamén. A modo de venganza (que, aún siendo una vileza, se me ha hecho necesaria) le he preguntado por el padre de la criatura que lleva en sus entrañas. Con la boca llena, sin dejar de masticar, ha compuesto un gesto de hastío. Es mentira. No está embarazada. Si lo ha dicho, ha sido para fastidiar a su padre.

PD.- He de añadir que, sobre la naturaleza de tal patraña, no he conseguido sonsacarle nada más. Y que, por amenizar con una trivialidad la sobremesa, le he comentado que la fotografía de Jessica Alba que eligió para encabezar mi anterior entrada me había sorprendido. Gratamente, por supuesto. "Es curioso -le dije- que una joven actriz estadounidense, en una sociedad tan mojigata como la americana, haya posado desnuda". Y me ha desvelado que es un fake, una imagen retocada. Me ha dicho, además, que hay fotos de la joven mucho más, podría decirse, escandalosas. Me he negado a que, en futuros post, las utilice; no es que no me vayan a gustar, que es claro que sí, sino que me debo a mi condición de caballero. O a lo que queda de ella.



jueves, 28 de enero de 2010

Inquietudes


Leighton ya se ha marchado. Para llegar a Bután, vuela desde Barcelona, con escalas en Amsterdam y Nueva Delhi. Ignoro que se le habrá perdido en un lugar tan remoto, perdido en mitad de Asia. Según me dijo, es un reino aislado del resto del mundo (dada su situación geográfica, es lógico), que mide su riqueza mediante la F.I.B. (Felicidad Interior Bruta). Original parece, cuanto menos. Pero no lo suficiente para que me vea obligado a buscarlo en un mapa.

Jaumet se mostró encantado con la sola fabulación de poder visitar algún día aquel país. Lo cierto es que, para alguien que disfruta ayudando a los pobres desgraciados que malviven en Marruecos o Camerún, Bután debe ser un sueño. O algo similar.

En cuanto a mi tío-abuelo George, su actitud conmigo sigue igual. Continúa ignorándome, aunque sé por Jaumet que ha hecho venir desde Pamplona a su urólogo de confianza. Éste le ha realizado las pruebas de rutina en un hospital de la isla y el diagnóstico, al parecer, es el mismo. El consejo del médico, dada la edad del Duque, no puede ser otro: que mantenga una conducta expectante. Y que, por supuesto, no pruebe el alcohol. Él, nada más despedirse del matasanos, se ha soplado la botella de Macallan 1926 que Leighton le regaló antes de despedirse. Mientras bebía, plantado a mi lado, Roc no dejaba de observarlo. Debe ser terrible ver como la persona que odias se resiste a morir.

¿Y quién está transcribiendo mis palabras, podrá haberse preguntado el lector? No es difícil deducir que me he visto obligado a pagar por tal servicio. Y que Sargantana, asidua de foros y chats de pésima ralea, ha aceptado. Antes de empezar, se ha leído cada una de las anteriores entradas. Lo cierto es que no me ha hecho ningún comentario. No se ha atrevido a considerar lo extravagante que le resulta mi propósito de buscar al clon de Jessica Alba ni lo escandaloso que puede parecerle todo lo que, hasta ahora, he contado. Solo me ha pedido que, por cada vez que escriba para mí, su caché aumentará en quinientos euros. Trabajo cualificado, creo que lo llama. Por mi parte, le he exigido que un notario redacte un contrato de confidencialidad. Referido a mi verdadera identidad, se entiende.

Hablando de identidades: a Sargantana tampoco le ha gustado el nombre que tengo pensado para sustituir al de Andrew. Es la única imposición (aparte de la económica, claro) que se ha dignado a plantearme. Al parecer, George acabará saliéndose con la suya, y no tendré más remedio que renunciar a cambiar de pseudónimo. Lo cierto es que, por fin, me he dado por vencido.

El alcalde de Mahón, un tal Artur, nos ha hecho llegar una invitación a un evento importante. Se supone, por las características del mismo, que se debe a nuestra condición de visitantes ilustres, pues nada tenemos que ver con los intereses turísticos de la isla. Sargantana parece haberse contrariado cuando hemos decidido rehusarla. No tenemos ninguna razón en especial, solo que ni a George ni a mí nos agradan los actos sociales. Siempre me ha resultado curioso observar a los que se toman por pudientes, a los nuevos ricos que, bajo la etiqueta de artistas, políticos, arquitectos o médicos, gustan de exhibirse en público, disfrutando de una gloria que, por tribal y primaria, jamás he sabido envidiar. Esa gente ha conseguido ser famosa, y parecen desvivirse para continuar siéndolo. A los Loverboobs, se entiende, nunca nos ha atraído flirtear con la notoriedad. Sobre todo porque nuestras riquezas, o al menos las acumuladas originariamente, germinaron precisamente merced a nuestro afán de pasar desapercibidos. El título nobiliario, los honores y las prebendas, fueron viniendo después, como parte intrínseca del decorado. Y la discreción, que fue pauta de comportamiento, degeneró en costumbre y, por fin, acabó formando parte del A.D.N. de mi familia.

En fin, que sigo aburriéndome en Menorca. Y añoro demasiado a Leighton.

PD.- A Sargantana le ha llamado la atención que todas mis entradas estén encabezadas con una fotografía de Jessica Alba. De la verdadera, por supuesto. A George, luego a Leighton y en este momento a ella misma, les he pedido que busquen con Google una cualquiera, sin más. Aclaro que es un simple recurso para no olvidar cuál es el propósito de este blog. Solo eso. El día que olvide añadirla, también olvidaré para qué sigo haciendo esto. Y abandonaré, por supuesto. En ese momento pediré que me sirvan un Petrus del ochenta y nueve. Dicen que las condiciones metereológicas de la vendimia de ese año en el chateau de Burdeos fueron inmejorables. Casualmente, Sargantana nació ese mismo año, al final de su cálido verano. Si no fuera por lo del embarazo, bien pudiera proponerle una cata.


martes, 26 de enero de 2010

Mahonesa

Acabo de enterarme. Me lo ha dicho Leighton Chulesco, que al parecer se ha informado en algún diario digital: El Bulli, el mejor restaurante del mundo, cierra. O va a cerrar durante dos años, me aclara. Como sigue escribiendo para mí (mi tío - abuelo George lleva varios días sin dirigirme la palabra, circunstancia para la que no me molesto en buscar respuesta), mi administradora aprovecha para señalar que no tengo que encontrar motivos por los que preocuparme, al menos en cuanto a las reservas que hizo para este verano y el próximo, puesto que el cierre no llegara hasta 2012. Al parecer, Ferrán Adrià va a tomarse un par de años cuasisabáticos, periodo que piensa dedicar a la investigación y a descubrir, en todo lo posible, un ritmo diferente de desarrollar la cocina. Me parece (y a Leighton también) una decisión de lo más acertada. Según ella, cualquier trabajo impulsado por la pasión, pero contaminado por la rutina, puede acabar siendo odioso. No puedo estar más de acuerdo. Sobre todo, porque no tengo otra opción (ya he mencionado en más de una ocasión que no he trabajado en toda mi vida). Luego es lógico que dé la razón a la experta.

Volviendo al tema de George, desde que estamos en Mahón, le ha dado por ignorarme. Debe haberle enojado lo de Mishja. O será cosa de su próstata, que aún andará renqueante. No sé si lo conté, pero no nos alojamos en un hotel, como solemos tener por costumbre; residimos en Duncan Tower, una antigua propiedad de los Loverboobs que fue construida en una bonita zona del puerto por la Royal Navy durante la ocupación británica de Menorca. En ella, desde hace dos generaciones, habita una familia a nuestro servicio, los Cuallarga, compuesta actualmente por Roc Cuallarga, el abuelo, Jaumet Simón, su yerno, y Sargantana Simón Cuallarga, la nieta por parte de la única hija del viejo Roc, Dragona. El iaio Roc, un anciano flaco y malhablado que pasa estas mañanas de invierno pintando acuarelas en el puerto, insiste en señalarme que la última vez que me vio yo no tendría más de cinco años. Por mucho que lo diga, no me canso de repetirle, no voy a recordarlo. El tipo va a su aire, no parece dedicarse a nada más de provecho que a pintar horrosamente y, eso sí, mira de una manera extraña al tío - abuelo. Yo diría que como si le debiera algo. Leighton, más observadora, opina que lo odia. Conociendo a George, seguro que el pobre viejo tendrá algún motivo para hacerlo.

Jaumet, el que se encarga de sustentar el hogar y procurar nuestra comodidad, es un alma cándida. Un hombre estúpido, me da toda la impresión. No tuerce nunca el gesto, prepara suculentas comidas, solventa todo tipo de problemas domésticos y, casi todos los veranos, participa en viajes solidarios a remotos países africanos. Ya hace mucho que Dragona se largó, dejándole compuesto y con suegro. Leighton se ha enterado, a saber cómo, de que su mujer lo dejó por un profesor de Oxford que daba clases de escritura creativa en la isla. Según dicen, viven juntos en Binibeca, un bonito pueblo de pescadores que queda al sur de Mahón. Y solo Sargantana, cuando le viene en gana, se acerca a visitarles.

Sargantana. El pecado en estado puro. La jovencita, de labios reventones, es rubia como una oriunda de Tennesee y con más curvas que Lombrad Street. No tiene más que dieciocho años, no para un momento en la torre y cuando lo hace, insolente, nos mira como si estuviéramos de prestado. Lo estamos, no le falta razón. Pero también somos, mi tío - abuelo y yo, los amos del lugar donde vive. Los que hemos pagado su ortodoncia, los que atendemos las facturas y costeamos sus estudios (hasta donde quiso realizarlos, naturalmente). Roc asegura que ha decidido abandonarlos. Es un caso perdido, según el viejo.

En fin; que la vida en Mahón, acabando enero, me resulta de lo más tediosa. Llueve y hace frío, me da pereza pensar en el asunto de Jessica Alba 2.0 y los paseos por el precioso puerto, repleto de restaurantes y tiendas, son parecidos a los que hemos hecho en otros muchos lugares del mundo. Jaumet Simón me ha sugerido hacer una excursión en familia a Ciutadella. Sargantana, que debería asistir urgentemente a unas clases de buenas maneras, ha aprovechado mi indecisión ante la insólita propuesta de mi empleado para informarnos de que está embarazada. Y, encima, mientras transcribe mis palabras, Leighton Chulesco me acaba de comunicar que se toma quince días de vacaciones para turistear en Bután, un lugar que, con un nombre tan exótico, debe estar muy lejos de España.
No sé como superaré todo esto. Menos mal que el iaio Roc, más locuaz desde que evidencié mi buen gusto para la bebida, me ha descubierto la ginebra menorquina. No es la Citadelle de Dunkerque, pero ayuda a hacer más soportables las jornadas.

PD.- Podría dedicar la quincena de vacaciones de Leighton para elaborar un plan de búsqueda de Jessica Alba 2.0. De hecho, me lo ha sugerido ella. Sinceramente, yo espero que vuelva cuanto antes y que se ocupe personalmente del tema.




jueves, 21 de enero de 2010

Divertimenti


Lo del señor Miskhin y mi tío - abuelo George no tiene arreglo. Cuando no están borrachos, tienen jaqueca. Por poco, casi nos precipitan a todos hacia la catástrofe.

Creo (y en ello coincide Leighton, transcriptora de estas líneas) que debería ser algo más conciso. Veamos: el dueño del hotel de Cascais, antiguo palacio de los Marqueses de Gogolé, es un maravilloso belenista italiano. Bien conocido por la mayoría de los portugueses es que, en el jardín botánico de su hermosa propiedad, mirando al Atlántico desde el acantilado, acondiciona cada mes de diciembre un espectacular belén de tamaño natural utilizando figuras de madera policromada que, me agota solo imaginarlo, ha tallado minuciosamente con sus propias manos. Cada año, desde hace más de treinta, el italiano con alma de artista añade una nueva pieza al retablo. Como Mishja, ex-comunista y converso al catolicismo, y George, tan nihilista como yo, son dos insconcientes (además de dos beodos irrefrenables, insisto), se les metió entre ceja y ceja que el Niño Jesús tallado en madera de nogal tiritaba de frío y, para remediarlo, prendieron una fogata en medio del belén, que a estas alturas de mes, y por no ser menos que el expuesto en la Plaza de San Pedro de Roma, aún continuaba instalado. El desastre, puede deducirse, ha sido mayúsculo: el fuego se extendió, consumió más de dos docenas de figuras (incluídas los camellos de los Reyes Magos), lamió las ramas más altas de los árboles del jardín y, si no es por los bomberos, hubiera alcanzado al mísmisimo hotel. Leighton Chulesco se ha ocupado de compensar económicamente (en torno a los cuatro millones de euros, me ha asegurado) al compúngido escultor-hostelero, ha convencido a las autoridades (solo ella sabe como lo ha logrado) de que el incendio ha sido accidental y, en cuanto se ha adjudicado su mordida por los servicios prestados, ha metido en un avión rumbo a Miami al señor Miskhin para, después, comprar unos billetes que nos llevaran a Mahón, con escala en Madrid, despejándonos de una ecuación tan desagradable. George, desde su ataque de risa frente a la jeta del pobre propietario del hotel, ha vuelto a recaer en sus problemas de incontinencia urinaria. Por su parte, la última vez que vimos a Mishja, en la terminal del aeropuerto de Lisboa, no paraba de hablar. Lo hacía en ruso, así que nadie (salvo Leighton, creo) sabía lo que decía.

PD.- Mi administradora y transcriptora ha intentado sonsacarme más cosas acerca de Jessica Alba 2.0. Quiere saber si, en todos los años transcurridos desde que la conocí, he intentado encontrarla. No se ha sorprendido cuando le he dicho que no. Sabe que cuando algo me gusta, hago tanto para obtenerlo como cuando me disgusta. A veces, incluso ni me planteo que deba hacer halgo. Solo sigo a lo mío, que es menos cansado y evita el alumbramiento de eso que llaman preocupaciones.

martes, 19 de enero de 2010

Acerca de la señorita Chulesco


Esta mañana, gris y lluviosa, mi tío - abuelo George Loverboobs, XI Duque de Rascal, no está en disposición de ayudarme con el blog. De hecho, está prácticamente indisponible desde que el señor Miskhin, llegado desde su residencia de Miami, cruzó el umbral de la puerta de nuestro hotel. Parece mentira que uno y otro, casi nonagenarios, consuman tales cantidades de whisky. Han acabado con las reservas de Talisker del bar y, después de flirtear con otros cuantos escoceses más, les ha dado por un licor de malta japonés al que creo que llaman Yoichi. En las contadísimas ocasiones en que me dirigen la palabra, me cuentan excéntricas historias de pasadas jaranas que, acostumbro a advertirles, no me interesan en absoluto. Me he enterado, no he podido evitarlo, de que Mishja, ex-oficial del Ejército Rojo, estuvo en la guerra de Afganistán. Me consta, además que en su juventud conoció a un negro llamado Paul Robeson, un filosoviético estadounidense que le contagió la pasión por el deporte y el fútbol americano, con lo que no es de extrañar que, durante un tiempo, a Mishja se le metiera entre ceja y ceja implantar en la U.R.S.S. el soviet football, obsesión que no pudo más que levantar las sospechas de la K.G.B., que lo tuvo en su punto de mira hasta poco antes de la caída del Muro de Berlín. Y sé, además, que, con el fin del comunismo, Mishja emigró a U.S.A., donde se dedica a viajar con su equipo de football favorito (los Miami Dolphins, creo) y a escribir guías de autoayuda para amas de casa ignoradas por sus maridos. En cuanto a la naturaleza de la relación que mi tío - abuelo mantiene con el viejo Mishja, ciertamente, la desconozco. George nunca ha hablado de ello. No creo que, antaño, el Duque tuviera nada que ver con el Ejército Soviético o el deporte y, que yo sepa, no es homosexual. Si lo fuera, ni mi tío - abuelo ni su supuesta pareja se atienen a ninguno de los tópicos que todo el mundo da por sentado en tales casos; si es cierto que Mishja escribe exitosamente para marujas norteamericanas con fiebre uterina, pero siempre le he creído cuando me ha asegurado que, para un escritor, este tipo de literatura es un valor seguro y que, por lo demás, le supone una estupenda manera de sufragar los gastos que le originan las prostitutas cubanas. Parecen, en mi humilde opinión, dos viejos camaradas que gustan del alcohol, de la buena vida y de recordar un pasado que no me incumbe.
En resúmen: esta entrada no la está manufacturando George, como ha ocurrido hasta ahora. Me está ayudando (en castellano, así lo ha decidido ella) Leighton. O la señorita Chulesco, como le gusta que le llamen. Leighton, ya lo dije en otra ocasión, es la administradora de la familia Loverboobs. Siempre, o al menos desde el olvidado instante en que los Loverboobs precisamos de un gestor, ha habido un Chulesco en la familia. Se ocupan de todo: sucesiones, personal de servicio, títulos nobiliarios, contratos de arrendamientos, impuestos y, por supuesto, de diseñar los planes de alojamiento anuales. Porque los Loverboobs, desde siempre, no vivimos todo el año en el mismo lugar. Pese a contar con dos docenas de palacetes, villas y caserios repartidos a lo largo y ancho de la geografía ibérica y gabacha, a George y a mí nos encanta alojarnos en hoteles. Con excelente criterio, Leighton siempre encuentra un lugar lo bastante sugerente como para que nos invite a quedarnos durante un tiempo. Ese nomadismo caprichoso, evidentemente, obliga a nuestra hermosa empleada a acompañarnos adonde quiera que viajemos. Igual que ocurrió con su padre, con su abuelo (vaya pájaro, su abuelo) y su bisabuelo. Y también, si los Loverboobs perviven y ella concibe un nuevo administrador, así seguirá en el futuro.

Como ya sentencié, Leighton es muy guapa. Y muy contestaria (de hecho, al enterarse de que mi tío -abuelo me negó el derecho de cambiar mi pseudónimo, no ha dudado en darle la razón). Tiene treinta y un años, es morena y esbelta y ofrece una mirada morbosa pero agresivamente inteligente. Por su minucioso e inabarcable trabajo, percibe una suculenta comisión de cada uno de los ingresos que obtiene nuestra familia y, pese a que los Loverboobs no somos estúpidos y podemos dar fe de cuán voluble llega a resultar la honradez de los que nos sirven, hemos condonado puntualmente cualquier desliz que haya cometido un Chulesco, sobre todo si su condición atañe al patrimonio familiar. Caso aparte es la pasional. Ettore Chulesco, abuelo de Leighton, preñó a mi tía - abuela Agnès, que era la hermana mayor de George y una muchacha de naturaleza inequívocamente casquivana. Cuando supo del asunto mi bisabuelo Duncan, que era tan clasista que debía dolerle, decretó que, en adelante, si los Chulesco pretendían continuar administrando la fortuna de los Loverboobs, cualquier varón de su noble familia tendría derecho de pernada sobre toda hembra (mayor de edad, se entiende) que llevara el apellido de la estirpe de gestores. Es por eso que Leighton, cuando así se lo requiero, tiene que acostarse conmigo. Y, supongo (jamás me he interesado por ello y, por razones obvias, nunca lo haré), también debe habérselo exigido mi tío - abuelo. Aunque, ya lo comenté, el XI Duque anda últimamente enfrascado con el sexo virtual. Por la novedad y el poco esfuerzo que requiere, supongo.

PD.- Leighton, que habla inglés, francés, alemán y no sé cuántos idiomas más, me ha asegurado que Loverboobs no se traduce al castellano como Amante de los Libros. La traducción más aproximada sería, según ella, Amante de las Tetas. Este tío - abuelo mío, permítaseme la vulgaridad, es un verdadero cabrito. Pese a mi enojo, y para dar pábulo al concepto que George se ha formado de mí, le he comunicado a Leighton (que tiene unas boobs magníficas, por cierto) que se desvista ipso facto a fin de ejercer el derecho que me asiste; no ha puesto buena cara, como otras veces. El hecho de que haya averiguado la importancia que Jessica Alba 2.0 ha cobrado en mi imaginario erótico-vital le debe haber bajado la líbido, presumo.

viernes, 15 de enero de 2010

Indignado


Así me siento. Absoluta, rotunda e irremediablemente indignado. ¿Por qué motivo? Digamos que no hay una causa, sino un causante: mi referido tío - abuelo, George Loverboobs. Y es que tan ilustre y venerable anciano, Jefe de la Casa de Loverboobs, una de las familias de mayor abolengo (y acaudaladas) que puedan conocerse, XI Duque de Rascal y, a la sazón, transcriptor de estas palabras, le ha dado, durante todo este viernes, por llevarme la contraria.

En primer lugar, nuestra primera disputa vino originada por el pseudónimo que me sugirió a efectos del presente blog: Andrew Loverboobs. Al principio, es cierto, no presenté objeción alguna; mis verdaderos nombres (tanto el primero como los otros cinco con que me bautizaron) son atroces, así que llamarme Andrew, a secas, como el Duque de York, me pareció el menor de los males que pudieran devenirme.
Sin embargo, sopesando lo que una camarera del servicio del hotel me contó del citado príncipe consorte, he cambiado de parecer. A partir de este momento, me agradaría hacerme llamar ... Loverboobs. Me parece, digamos más arrojado, más intrépido, vigoroso si cabe. Pero como habrá comprobado el lector, mi tío - abuelo se niega siquiera a reproducir tal nombre. Me argumenta que es un nombre llano, decididamente popular, propio del vulgo. No puedo estar en mayor desacuerdo, pero él insiste en que comencé esta empresa como Andrew Loverboobs y así he de terminarla. Es frustrante, pero no tengo más remedio que obedecerle; de hecho, me ha amenazado con abandonar su tarea de amanuense. Y como podrá deducirse, este blog no perviviría si su sostenimiento dependiera de un mínimo esfuerzo físico por mi parte.

El segundo elemento de disensión concierne al objeto de mis sueños: a Jessica Alba (o, más concretamente, a Jessica Alba 2.0). Según mi tío - abuelo, que se ha documentado para la ocasión, la bellísima actriz nació el 28 de abril de 1981. Es obvio, por tanto, que la joven que me ganó el corazón bajo la columnata de la Universidad de Atenas en julio de 1995 (concretamente, el jueves día 13) no puede ser la auténtica Jessica Alba, puesto que ésta, una bellísima mujer que, actualmente, sacude la pantalla de cualquier cine con un leve pestañeo, tendría entonces catorce núbiles añitos. Y la señorita de la que me prendé (a la que robé un par de instantáneas que, dicho sea de paso, guardo a buen recaudo) fluctúaba en ese paréntesis indeterminado que abarca entre los veinticinco y los treinta años. Hasta ahí estamos de acuerdo: de hecho, es el principal axioma (hago constar que ésta palabra me la ha sugerido George, que aprovecha para declararse ferviente valedor del Principio de la navaja de Ockham) por el que descarto que la chica de Atenas fuera la verdadera Jessica Alba; lógicamente, la persona que es idéntica a ella (insisto, Jessica Alba 2.0), en este instante, de seguir viva, debe tener entre once y dieciseís años más que la original (que va camino de los veintinueve). Mi edad, más o menos. En tales conjeturas George y yo nos avenimos. No obstante, él se empeña en afirmar que a la Jessica Alba auténtica, a la de Los Cuatro Fantásticos, Sin City y El lenguaje de los sueños, deberíamos denominarla Jessica Alba 2.0. Y esto, según él, es porque la mía, la teóricamente griega, nació antes. Es mayor. Estaba primera. Yo creo que lo hace por fastidiarme, porque, aún siendo la primera mujer nacida en el planeta Tierra con las mismas facciones que la que luego sería conocida en el mundo entero por su belleza y simpatía, tendrá, por supuesto un nombre propio. Distinto, espero. Se llamará Eleni. O Eleftheria. O Sophie. O Facunda. Aún lo ignoro. Ayer, jueves en la noche, en el hotel de Cascais donde nos hospedamos , mi tío - abuelo George volvió a ventilar dicha teoría. Y todo porque quiere que le enseñe las fotos. Por mi parte, bien lo sabe, no voy a ceder. No me da la gana. Lo haré, si así lo estimo, cuando yo quiera. Por mucho XI Duque de Rascal que sea.

PD.- Esta mañana, Leighton Chulesco, la administradora de la familia (nieta del recordado abogado de mi bisabuelo el X Duque, Duncan T. Loverboobs y, además, ocasional desahogo de mi bajos instintos) ha recogido en el aeropuerto a Mishja Miskhin, antiguo coronel del Ejército Soviético y viejo amigo de la familia. A George se le ha ocurrido pedirle que nos ayude en nuestras pesquisas. Estoy deseando que ambos estén en mejor disposición (George y su amigo se han conjurado para regalarse una soberana juerga con motivo de su reencuentro) y animarles a que esbocen la línea de búsqueda que debería seguir (a mí, como podrá deducir el lector, tal tarea me resulta francamente inabarcable).

He reconsiderado modificar el idioma en que se escribirán mis publicaciones.

Escribo la presente entrada en castellano, obviamente. Y es que, después de ver cómo ha quedado la anterior en la lengua original de Bert & Ernie (Epi y Blas en España), estoy bastante decepcionado. Lo cierto es que, según me han asegurado, no pasó la prueba del traductor de Google. Hay pasajes en los que cualquier parecido con lo que quería decir y lo que realmente pienso equivale a comparar el contenido de un inodoro con una copa del sublime Le voyage de Delamain, mi cognac preferido. Así que, como lo del inglés era un simple ocurrencia, continuaré publicando en el blog en el único idioma en la que puedo resultar medianamente inteligible. Aún así, no debe tomarse tal decisión por definitiva: si un día me apetece, volveré a publicar en inglés. O en catalán. O incluso en tagalo. Pero, si lo hago, no volveré a utilizar un traductor on line. Palabra de Loverboobs.

Como intenté desvelar ayer, soy un nihilista cuarentón. Además de solterón, alopécico y algo entrado en carnes. En cuanto a mi posicionamiento ideológico, me gustaría aclarar que no soy un estudioso de las corrientes o las teorías nihilistas. Lo cierto, si lo pienso, es que no soy una autoridad en nada; nunca, jamás, he sentido la inevitable necesidad de leer un libro, de saber cómo funciona un ordenador o de averiguar como se hace una tortilla a la francesa. Pero, en una ocasión, mi tío - abuelo me dijo que el nihilismo defiende la idea de que la vida, la existencia, el devenir y no sé cuantas cosas más carecen, una por una o todas a un tiempo, de sentido alguno. Estar aquí, respirando, hablando, rascándome el ombligo o pensando en lo que voy a pedir para almorzar en el restaurante de mi hotel carece de toda trascendencia. Estoy, que ya es bastante. Como lo que, en un momento determinado, se me antoja. Y si me apetece dormir, pues duermo. Considero, a la vista de lo que la vida me ofrece, que no hay una finalidad, ni personal ni universal en todo lo que hago. No creo que exista una divinidad, ni un destino, ni que el azar venga ocupándose de marcar las cartas con las que dicen que juego. Y eso, pese a que mis antepasados, en el escudo heráldico que me legaron, encomendaron a Dios a todo aquel que portara mi apellido. El lector, dicho esto, podrá sentenciar: este tío es un reaccionario. Un ateo. Una insípida variante de ácrata. No creo, sopeso, que pueda calificárseme con tales adjetivos; sería una manera de sobrevalorarme, desde luego. Solo soy, aclaro, un vago. Un haragán. Un tipo que jamás se ha hecho el desayuno y que no se toma la molestia de pensar en la ropa que se va a poner. Alquien que ignora lo que es madrugar o pelar la fruta que se va a zampar. Un ignorante de rancio abolengo que únicamente alcanza a memorizar el nombre de las bebidas espirituosas que más le agradan y que no tiene escrúpulos a la hora de dedicarse a la reprobable misión de dilapidar la inconmesurable fortuna familiar que sus antepasados, naturalmente de manera poco virtuosa, se preocuparon en amasar. Puede colegirse, por tanto, que para un servidor, Andrew Loverboobs, supone un esfuerzo inaúdito definirse como nihilista. De hecho, hasta me está hartando hacerlo. Como también me agota, tal y como pretendía explicar en el terrible inglés de la primera entrada, la inefable tarea de tratar de hallar a una mujer idéntica a la actriz Jessica Alba (en adelante, Jessica Alba 2.0). A ella, y a las cuitas y alegrías que me ha de procurar tal empresa, he decidido dedicar este blog. Y a tal fin, mi tío - abuelo George Loverboobs (que, a sus ochenta y nueve años, es un convencido consumidor de porno en internet y, además, presume de no tener faltas ortográficas) va escribiendo al dictado todo lo que le digo.

Un sincero saludo.

Andrew Loverboobs.

PD.- Me veo en la obligación de revelar a los casuales lectores (a los cuales, dicho sea de paso, compadezco, pues no sé cómo no se marean con tanta letra junta) que el nombre de Andrew Loverboobs es un seudónimo sugerido por mi tío - abuelo. Según me ha asegurado, en castellano se traduciría como Andrés Amante de los Libros. Pese a que George Loverboobs siempre se ha caracterizado por su mordacidad, no puedo negar que, en esta ocasión, su ocurrencia me ha hecho gracia.