viernes, 26 de marzo de 2010

Atraco a la inglesa

Quiero agradecer el tiempo perdido a quién se decida a leer estas líneas. Especialmente, a la única persona que, por declararse seguidora de mi blog, presumo que no tardará en hacerlo. Paulette, se hace llamar. Posiblemente, un pseudónimo. Como el mío. Una hermosa mujer, si he de juzgarla por las fotos que ha colgado en internet. Y una escritora maldita, según sus propias palabras. Gracias, Paulette. Sinceramente. Aunque, si he de ir más allá, he de confesar que no puedo corresponder a esta bloguera (suena raro, bloguera) leyendo sus cosas. De hecho, si es cierto que me sigue, ya sabrá que no leo nada. Ni siquiera releo mis entradas. No me interesa la literatura, ni casi nada de lo que gusta al común de los mortales. Salvo haraganear y beber, claro. Esos son mis dos principales hobbies. Y fantasear con la estupida pretensión de buscar a la doble de la actriz Jessica Alba, de la que creo estar platónicamente enamorado. Una vida desperdiciada, la mía. Voilà.

Escribo yo solo. Sin intermediario. Con las yemas de los dedos índices de ambas manos. No tengo a nadie que transcriba lo que pienso; ni George, ni Leighton, ni siquiera Sargantana. Yo solo, plantado a la una de la mañana frente a la pantalla de un portátil que no es de mi propiedad, tardo un siglo en terminar una frase. Un esfuerzo, al menos para mí, titánico. Pero necesito escribir. Preciso escribir. Imaginad lo desesperado (y sorprendido) que estoy.

Resultará raro que un nihilista como yo se declare, tan de improviso, fuera de sí. Quiero suponer que un ejemplar de mi especie (o cualquiera que, como yo, le importe muy poco todo y todos los que le rodean) no puede disfrutar de semejante placer. Pero heme aquí, con una botella vacía de Château Briand barato de 2003 y una probable costilla rota. Por no hablar, claro de los hematomas de la cara. Y es que, por primera vez en mi vida, me han pegado.

Empecemos por Leighton Chulesco. Mi administradora. O mejor no; pensándolo mejor, todavía no tengo el menor estímulo que me incite a hablar de lo sucedido con ella. Y de las repercusiones que sus maniobras están dando de sí. Afectan, adelanto, al estatus social (y económico, evidentemente) de los Loverboobs. Decididamente, pospongo ese tema para otro momento.

Pasemos a Sargantana. Esperaba que, tan joven y descarada, fuera más accesible de lo que ha resultado ser. Anhelaba que, tras la muerte de Jaumet, yo pudiera ofrecerle cumplido consuelo. Es una personalidad compleja, Sargantana. Agotadoramente incomprensible. Resulta que, como ya dije, se inventó lo de su embarazo para joder a su fallecido padre, un tipo desmedidamente taciturno. Sospecho que debe padecer algún tipo de complejo de Edipo. El caso es que, insinuando que necesitaba cambiar de aires, me arrastró hasta este pueblucho, Benillum, en el norte de la provincia de Alicante, el lugar donde nació su abuelo. Un asco de agujero, este sitio. Presenta cuatro gatos mal avenidos, un lucrativo tanatorio propiedad de los Loverboobs (con cementerio privado) para residentes británicos y un macarra con acné que, tras cepillarse a mi supuesta acompañante, me ha puesto la jeta como un cromo nada más enterarse (por ella, que es un mal bicho) de que estoy loquito por sus huesos (me refiero a los de ella, naturalmente). El caso es que el tipo, además de molerme a golpes, me ha birlado la documentación, mis tarjetas y el dinero. Debería apresurarme en denunciarlo, pensará quién esto lea. Mente brillante, la suya. Supongo que, pese a lo intrincado de mi paradero, sumergido en algún lugar de la montaña que linda con el sur valenciano, debe existir un cuartel próximo de la guardia civil. Pero el problema es que carezco de medio de transporte para buscarlo. Y, si pareciera ésa una excusa menor, he de confesar que el bastardo de mi agresor, pistola en mano, me ha obligado las dos últimas noches a acompañarle en el asalto y robo de varios chalés pertenecientes (supongo) a matrimonios de jubilados ingleses que no se encontraban en casa. Ahora mismo, estoy en una habitación de una de esas viviendas clónicas, escribiendo estas líneas. Afortunadamente, no está el macarra. El chaval me ha encerrado en esta casa y se ha largado, dejándome la línea telefónica a mi disposición y un estupendo servicio de internet de banda ancha (¿cómo será posible, en mitad de la nada?). He llamado a George, para que busque el modo de sacarme de aquí, aún estando él en Navarra. No quiero policías, lógicamente. Solo quiero acabar con esta pesadilla. Y los ingleses, aunque parezca mentira, no guardan más alcohol en casa.

PD.- Para ornamentar esta entrada, esta vez he elegido una fotografía de Jessica Alba desencajada por el horror. Quiero suponer que, de estar junto a mí, presentaría tal estado de ánimo. Lo cual, pensándolo bien, me serviría de bastante poco.


lunes, 15 de marzo de 2010

Escussi



Pido cien, mil, infinitas disculpas a aquellos que acostumbran a seguir este blog (que, aventuro, deben ser poco más de dos). Si he de excusarme, lo haré tras los tristes sucesos que, en estas últimas semanas, han tenido a mal abordarme: por orden cronológico, la inesperada intervención quirúrgica del Duque de Rascal en la Clínica Universidad de Navarra (en la que sigue ingresado, pero ya fuera de peligro y atendido como un jeque del oro negro), el absurdo fallecimiento de Jaumet (lo mató una palmera caída un amanecer sin viento, justo cuando pasaba en su motocicleta por la carretera) y el ansiado retorno de Leighton Chulesco (al que, sin duda alguna, dedicaré la próxima entrada por su estridente repercusión). Tal concatenación de desgracias no me ha permitido daros puntual cuenta de mis asuntos. Entre el estrépito del cáncer de George, las condolencias de buena parte de los ciudadanos de Mahón y el embarazo (sí, éste auténtico) de mi administradora - embaucadora, he cobrado la angustiosa sensación de pretender cruzar un río revuelto saltando de una roca puntiagudamente inexpugnable a otra musgosa y resbaladiza, sabedor de que, tarde o temprano, me iba a caer y que, cuando lo hiciera, la escorrentía me arrastraría lejos de la ribera. En estos días, en los que he de confesar que me ha costado fingir interés por asuntos que, por suerte, no me atañen, Sargantana me ha ofrecido un apoyo inestimable. Y aunque sé que la muerte de su padre, como es de suponer, le ha afectado lo suficiente como para perder casi un tercio de una semana sumergida en la autocompasión, no ha tardado en dedicarme su tiempo y servicios, aunque de momento siga negándome aquellos que se me antojan deliciosos. De hecho, me consta que anhela convertirse en alguien que, como Leighton, se me haga imprescindible en vigilia y sueño. En otras circunstancias, hubiera deseado que la irrupción de la señorita Chulesco originara un conflicto de intereses entre ambas mujeres, pero el imponderable (o sea, la insólita gestación de mi administradora) a poco me provoca un infarto. Así que Sargantana, aconsejada por su abuelo, me ha embarcado en un vuelo a Valencia y, en un abrir y cerrar de ojos, me he visto hospedado en un hostal de mala muerte de Benillum, con un vaso de vino barato en la mesa y un plato de gazpacho, mejunje infame, que me he negado a comer. Espero que esta noche, por fin, pueda aprender algo nuevo de Sargantana. En lo referente al sexo, aclaro, porque en lo referente a los gustos y al buen vivir, me temo, tengo mucho que enseñarle.

PD.- La foto de Jessica Alba del anterior post, por supuesto, es otro montaje. A Sargantana le pareció divertido jugar con la posibilidad de que la mía, la Jessica Alba 2.0, haya engordado. A mí, es evidente, no me hizo ninguna gracia. Por eso esta vez elegiré yo mismo la imagen.