viernes, 15 de enero de 2010

He reconsiderado modificar el idioma en que se escribirán mis publicaciones.

Escribo la presente entrada en castellano, obviamente. Y es que, después de ver cómo ha quedado la anterior en la lengua original de Bert & Ernie (Epi y Blas en España), estoy bastante decepcionado. Lo cierto es que, según me han asegurado, no pasó la prueba del traductor de Google. Hay pasajes en los que cualquier parecido con lo que quería decir y lo que realmente pienso equivale a comparar el contenido de un inodoro con una copa del sublime Le voyage de Delamain, mi cognac preferido. Así que, como lo del inglés era un simple ocurrencia, continuaré publicando en el blog en el único idioma en la que puedo resultar medianamente inteligible. Aún así, no debe tomarse tal decisión por definitiva: si un día me apetece, volveré a publicar en inglés. O en catalán. O incluso en tagalo. Pero, si lo hago, no volveré a utilizar un traductor on line. Palabra de Loverboobs.

Como intenté desvelar ayer, soy un nihilista cuarentón. Además de solterón, alopécico y algo entrado en carnes. En cuanto a mi posicionamiento ideológico, me gustaría aclarar que no soy un estudioso de las corrientes o las teorías nihilistas. Lo cierto, si lo pienso, es que no soy una autoridad en nada; nunca, jamás, he sentido la inevitable necesidad de leer un libro, de saber cómo funciona un ordenador o de averiguar como se hace una tortilla a la francesa. Pero, en una ocasión, mi tío - abuelo me dijo que el nihilismo defiende la idea de que la vida, la existencia, el devenir y no sé cuantas cosas más carecen, una por una o todas a un tiempo, de sentido alguno. Estar aquí, respirando, hablando, rascándome el ombligo o pensando en lo que voy a pedir para almorzar en el restaurante de mi hotel carece de toda trascendencia. Estoy, que ya es bastante. Como lo que, en un momento determinado, se me antoja. Y si me apetece dormir, pues duermo. Considero, a la vista de lo que la vida me ofrece, que no hay una finalidad, ni personal ni universal en todo lo que hago. No creo que exista una divinidad, ni un destino, ni que el azar venga ocupándose de marcar las cartas con las que dicen que juego. Y eso, pese a que mis antepasados, en el escudo heráldico que me legaron, encomendaron a Dios a todo aquel que portara mi apellido. El lector, dicho esto, podrá sentenciar: este tío es un reaccionario. Un ateo. Una insípida variante de ácrata. No creo, sopeso, que pueda calificárseme con tales adjetivos; sería una manera de sobrevalorarme, desde luego. Solo soy, aclaro, un vago. Un haragán. Un tipo que jamás se ha hecho el desayuno y que no se toma la molestia de pensar en la ropa que se va a poner. Alquien que ignora lo que es madrugar o pelar la fruta que se va a zampar. Un ignorante de rancio abolengo que únicamente alcanza a memorizar el nombre de las bebidas espirituosas que más le agradan y que no tiene escrúpulos a la hora de dedicarse a la reprobable misión de dilapidar la inconmesurable fortuna familiar que sus antepasados, naturalmente de manera poco virtuosa, se preocuparon en amasar. Puede colegirse, por tanto, que para un servidor, Andrew Loverboobs, supone un esfuerzo inaúdito definirse como nihilista. De hecho, hasta me está hartando hacerlo. Como también me agota, tal y como pretendía explicar en el terrible inglés de la primera entrada, la inefable tarea de tratar de hallar a una mujer idéntica a la actriz Jessica Alba (en adelante, Jessica Alba 2.0). A ella, y a las cuitas y alegrías que me ha de procurar tal empresa, he decidido dedicar este blog. Y a tal fin, mi tío - abuelo George Loverboobs (que, a sus ochenta y nueve años, es un convencido consumidor de porno en internet y, además, presume de no tener faltas ortográficas) va escribiendo al dictado todo lo que le digo.

Un sincero saludo.

Andrew Loverboobs.

PD.- Me veo en la obligación de revelar a los casuales lectores (a los cuales, dicho sea de paso, compadezco, pues no sé cómo no se marean con tanta letra junta) que el nombre de Andrew Loverboobs es un seudónimo sugerido por mi tío - abuelo. Según me ha asegurado, en castellano se traduciría como Andrés Amante de los Libros. Pese a que George Loverboobs siempre se ha caracterizado por su mordacidad, no puedo negar que, en esta ocasión, su ocurrencia me ha hecho gracia.