martes, 26 de enero de 2010

Mahonesa

Acabo de enterarme. Me lo ha dicho Leighton Chulesco, que al parecer se ha informado en algún diario digital: El Bulli, el mejor restaurante del mundo, cierra. O va a cerrar durante dos años, me aclara. Como sigue escribiendo para mí (mi tío - abuelo George lleva varios días sin dirigirme la palabra, circunstancia para la que no me molesto en buscar respuesta), mi administradora aprovecha para señalar que no tengo que encontrar motivos por los que preocuparme, al menos en cuanto a las reservas que hizo para este verano y el próximo, puesto que el cierre no llegara hasta 2012. Al parecer, Ferrán Adrià va a tomarse un par de años cuasisabáticos, periodo que piensa dedicar a la investigación y a descubrir, en todo lo posible, un ritmo diferente de desarrollar la cocina. Me parece (y a Leighton también) una decisión de lo más acertada. Según ella, cualquier trabajo impulsado por la pasión, pero contaminado por la rutina, puede acabar siendo odioso. No puedo estar más de acuerdo. Sobre todo, porque no tengo otra opción (ya he mencionado en más de una ocasión que no he trabajado en toda mi vida). Luego es lógico que dé la razón a la experta.

Volviendo al tema de George, desde que estamos en Mahón, le ha dado por ignorarme. Debe haberle enojado lo de Mishja. O será cosa de su próstata, que aún andará renqueante. No sé si lo conté, pero no nos alojamos en un hotel, como solemos tener por costumbre; residimos en Duncan Tower, una antigua propiedad de los Loverboobs que fue construida en una bonita zona del puerto por la Royal Navy durante la ocupación británica de Menorca. En ella, desde hace dos generaciones, habita una familia a nuestro servicio, los Cuallarga, compuesta actualmente por Roc Cuallarga, el abuelo, Jaumet Simón, su yerno, y Sargantana Simón Cuallarga, la nieta por parte de la única hija del viejo Roc, Dragona. El iaio Roc, un anciano flaco y malhablado que pasa estas mañanas de invierno pintando acuarelas en el puerto, insiste en señalarme que la última vez que me vio yo no tendría más de cinco años. Por mucho que lo diga, no me canso de repetirle, no voy a recordarlo. El tipo va a su aire, no parece dedicarse a nada más de provecho que a pintar horrosamente y, eso sí, mira de una manera extraña al tío - abuelo. Yo diría que como si le debiera algo. Leighton, más observadora, opina que lo odia. Conociendo a George, seguro que el pobre viejo tendrá algún motivo para hacerlo.

Jaumet, el que se encarga de sustentar el hogar y procurar nuestra comodidad, es un alma cándida. Un hombre estúpido, me da toda la impresión. No tuerce nunca el gesto, prepara suculentas comidas, solventa todo tipo de problemas domésticos y, casi todos los veranos, participa en viajes solidarios a remotos países africanos. Ya hace mucho que Dragona se largó, dejándole compuesto y con suegro. Leighton se ha enterado, a saber cómo, de que su mujer lo dejó por un profesor de Oxford que daba clases de escritura creativa en la isla. Según dicen, viven juntos en Binibeca, un bonito pueblo de pescadores que queda al sur de Mahón. Y solo Sargantana, cuando le viene en gana, se acerca a visitarles.

Sargantana. El pecado en estado puro. La jovencita, de labios reventones, es rubia como una oriunda de Tennesee y con más curvas que Lombrad Street. No tiene más que dieciocho años, no para un momento en la torre y cuando lo hace, insolente, nos mira como si estuviéramos de prestado. Lo estamos, no le falta razón. Pero también somos, mi tío - abuelo y yo, los amos del lugar donde vive. Los que hemos pagado su ortodoncia, los que atendemos las facturas y costeamos sus estudios (hasta donde quiso realizarlos, naturalmente). Roc asegura que ha decidido abandonarlos. Es un caso perdido, según el viejo.

En fin; que la vida en Mahón, acabando enero, me resulta de lo más tediosa. Llueve y hace frío, me da pereza pensar en el asunto de Jessica Alba 2.0 y los paseos por el precioso puerto, repleto de restaurantes y tiendas, son parecidos a los que hemos hecho en otros muchos lugares del mundo. Jaumet Simón me ha sugerido hacer una excursión en familia a Ciutadella. Sargantana, que debería asistir urgentemente a unas clases de buenas maneras, ha aprovechado mi indecisión ante la insólita propuesta de mi empleado para informarnos de que está embarazada. Y, encima, mientras transcribe mis palabras, Leighton Chulesco me acaba de comunicar que se toma quince días de vacaciones para turistear en Bután, un lugar que, con un nombre tan exótico, debe estar muy lejos de España.
No sé como superaré todo esto. Menos mal que el iaio Roc, más locuaz desde que evidencié mi buen gusto para la bebida, me ha descubierto la ginebra menorquina. No es la Citadelle de Dunkerque, pero ayuda a hacer más soportables las jornadas.

PD.- Podría dedicar la quincena de vacaciones de Leighton para elaborar un plan de búsqueda de Jessica Alba 2.0. De hecho, me lo ha sugerido ella. Sinceramente, yo espero que vuelva cuanto antes y que se ocupe personalmente del tema.