viernes, 15 de enero de 2010

Indignado


Así me siento. Absoluta, rotunda e irremediablemente indignado. ¿Por qué motivo? Digamos que no hay una causa, sino un causante: mi referido tío - abuelo, George Loverboobs. Y es que tan ilustre y venerable anciano, Jefe de la Casa de Loverboobs, una de las familias de mayor abolengo (y acaudaladas) que puedan conocerse, XI Duque de Rascal y, a la sazón, transcriptor de estas palabras, le ha dado, durante todo este viernes, por llevarme la contraria.

En primer lugar, nuestra primera disputa vino originada por el pseudónimo que me sugirió a efectos del presente blog: Andrew Loverboobs. Al principio, es cierto, no presenté objeción alguna; mis verdaderos nombres (tanto el primero como los otros cinco con que me bautizaron) son atroces, así que llamarme Andrew, a secas, como el Duque de York, me pareció el menor de los males que pudieran devenirme.
Sin embargo, sopesando lo que una camarera del servicio del hotel me contó del citado príncipe consorte, he cambiado de parecer. A partir de este momento, me agradaría hacerme llamar ... Loverboobs. Me parece, digamos más arrojado, más intrépido, vigoroso si cabe. Pero como habrá comprobado el lector, mi tío - abuelo se niega siquiera a reproducir tal nombre. Me argumenta que es un nombre llano, decididamente popular, propio del vulgo. No puedo estar en mayor desacuerdo, pero él insiste en que comencé esta empresa como Andrew Loverboobs y así he de terminarla. Es frustrante, pero no tengo más remedio que obedecerle; de hecho, me ha amenazado con abandonar su tarea de amanuense. Y como podrá deducirse, este blog no perviviría si su sostenimiento dependiera de un mínimo esfuerzo físico por mi parte.

El segundo elemento de disensión concierne al objeto de mis sueños: a Jessica Alba (o, más concretamente, a Jessica Alba 2.0). Según mi tío - abuelo, que se ha documentado para la ocasión, la bellísima actriz nació el 28 de abril de 1981. Es obvio, por tanto, que la joven que me ganó el corazón bajo la columnata de la Universidad de Atenas en julio de 1995 (concretamente, el jueves día 13) no puede ser la auténtica Jessica Alba, puesto que ésta, una bellísima mujer que, actualmente, sacude la pantalla de cualquier cine con un leve pestañeo, tendría entonces catorce núbiles añitos. Y la señorita de la que me prendé (a la que robé un par de instantáneas que, dicho sea de paso, guardo a buen recaudo) fluctúaba en ese paréntesis indeterminado que abarca entre los veinticinco y los treinta años. Hasta ahí estamos de acuerdo: de hecho, es el principal axioma (hago constar que ésta palabra me la ha sugerido George, que aprovecha para declararse ferviente valedor del Principio de la navaja de Ockham) por el que descarto que la chica de Atenas fuera la verdadera Jessica Alba; lógicamente, la persona que es idéntica a ella (insisto, Jessica Alba 2.0), en este instante, de seguir viva, debe tener entre once y dieciseís años más que la original (que va camino de los veintinueve). Mi edad, más o menos. En tales conjeturas George y yo nos avenimos. No obstante, él se empeña en afirmar que a la Jessica Alba auténtica, a la de Los Cuatro Fantásticos, Sin City y El lenguaje de los sueños, deberíamos denominarla Jessica Alba 2.0. Y esto, según él, es porque la mía, la teóricamente griega, nació antes. Es mayor. Estaba primera. Yo creo que lo hace por fastidiarme, porque, aún siendo la primera mujer nacida en el planeta Tierra con las mismas facciones que la que luego sería conocida en el mundo entero por su belleza y simpatía, tendrá, por supuesto un nombre propio. Distinto, espero. Se llamará Eleni. O Eleftheria. O Sophie. O Facunda. Aún lo ignoro. Ayer, jueves en la noche, en el hotel de Cascais donde nos hospedamos , mi tío - abuelo George volvió a ventilar dicha teoría. Y todo porque quiere que le enseñe las fotos. Por mi parte, bien lo sabe, no voy a ceder. No me da la gana. Lo haré, si así lo estimo, cuando yo quiera. Por mucho XI Duque de Rascal que sea.

PD.- Esta mañana, Leighton Chulesco, la administradora de la familia (nieta del recordado abogado de mi bisabuelo el X Duque, Duncan T. Loverboobs y, además, ocasional desahogo de mi bajos instintos) ha recogido en el aeropuerto a Mishja Miskhin, antiguo coronel del Ejército Soviético y viejo amigo de la familia. A George se le ha ocurrido pedirle que nos ayude en nuestras pesquisas. Estoy deseando que ambos estén en mejor disposición (George y su amigo se han conjurado para regalarse una soberana juerga con motivo de su reencuentro) y animarles a que esbocen la línea de búsqueda que debería seguir (a mí, como podrá deducir el lector, tal tarea me resulta francamente inabarcable).