jueves, 21 de enero de 2010

Divertimenti


Lo del señor Miskhin y mi tío - abuelo George no tiene arreglo. Cuando no están borrachos, tienen jaqueca. Por poco, casi nos precipitan a todos hacia la catástrofe.

Creo (y en ello coincide Leighton, transcriptora de estas líneas) que debería ser algo más conciso. Veamos: el dueño del hotel de Cascais, antiguo palacio de los Marqueses de Gogolé, es un maravilloso belenista italiano. Bien conocido por la mayoría de los portugueses es que, en el jardín botánico de su hermosa propiedad, mirando al Atlántico desde el acantilado, acondiciona cada mes de diciembre un espectacular belén de tamaño natural utilizando figuras de madera policromada que, me agota solo imaginarlo, ha tallado minuciosamente con sus propias manos. Cada año, desde hace más de treinta, el italiano con alma de artista añade una nueva pieza al retablo. Como Mishja, ex-comunista y converso al catolicismo, y George, tan nihilista como yo, son dos insconcientes (además de dos beodos irrefrenables, insisto), se les metió entre ceja y ceja que el Niño Jesús tallado en madera de nogal tiritaba de frío y, para remediarlo, prendieron una fogata en medio del belén, que a estas alturas de mes, y por no ser menos que el expuesto en la Plaza de San Pedro de Roma, aún continuaba instalado. El desastre, puede deducirse, ha sido mayúsculo: el fuego se extendió, consumió más de dos docenas de figuras (incluídas los camellos de los Reyes Magos), lamió las ramas más altas de los árboles del jardín y, si no es por los bomberos, hubiera alcanzado al mísmisimo hotel. Leighton Chulesco se ha ocupado de compensar económicamente (en torno a los cuatro millones de euros, me ha asegurado) al compúngido escultor-hostelero, ha convencido a las autoridades (solo ella sabe como lo ha logrado) de que el incendio ha sido accidental y, en cuanto se ha adjudicado su mordida por los servicios prestados, ha metido en un avión rumbo a Miami al señor Miskhin para, después, comprar unos billetes que nos llevaran a Mahón, con escala en Madrid, despejándonos de una ecuación tan desagradable. George, desde su ataque de risa frente a la jeta del pobre propietario del hotel, ha vuelto a recaer en sus problemas de incontinencia urinaria. Por su parte, la última vez que vimos a Mishja, en la terminal del aeropuerto de Lisboa, no paraba de hablar. Lo hacía en ruso, así que nadie (salvo Leighton, creo) sabía lo que decía.

PD.- Mi administradora y transcriptora ha intentado sonsacarme más cosas acerca de Jessica Alba 2.0. Quiere saber si, en todos los años transcurridos desde que la conocí, he intentado encontrarla. No se ha sorprendido cuando le he dicho que no. Sabe que cuando algo me gusta, hago tanto para obtenerlo como cuando me disgusta. A veces, incluso ni me planteo que deba hacer halgo. Solo sigo a lo mío, que es menos cansado y evita el alumbramiento de eso que llaman preocupaciones.