martes, 1 de junio de 2010

Dobles personalidades


Debería hacer caso a Leighton Chulesco.

Soy consciente de ello.

Debería eliminar la entrada que Sargantana ha publicado en mi blog.
Debería denunciar el contrato de confidencialidad que ella firmó en su día y debería, incluso, considerar que la idea de mantener un blog con mis vivencias y/o ocurrencias, a la vista está, es algo más que una inconveniencia.

Lo asumo.

Pero no haré nada de eso.

Sin embargo, considero que Sargantana (o Ana, como ella misma ha revelado llamarse) puede convertirse en un peón (una peona, en este caso) muy válido en el futuro. En mi futuro. Ella lo sabe. Pese a los insultos, pese a su irrespetuosidad, pese a la escasa prudencia con la que piensa (y hace) las cosas.

Así que, bien, admito la incursión en mi privacidad. Acepto atender al nombre de Hendrick, aunque ése, bien es cierto, no sea mi nombre más conocido. Lo extraordinario de tener varios nombres es que, dependiendo del ecosistema en el que habito, voy alternándolos. De cara al servicio, y para el vulgo en general, atiendo por mi apellido, ilustrado por la palabra señor. A efectos puramente protocolarios es frecuente que se me anuncie como Duque, cuando aún lo soy. Familiarmente, sin embargo, respondo por mi segundo nombre, que no revelaré. En noches de jarana y saraos, cuando todo el mundo se adora y el alcohol nubla el entendimiento, utilizo el cuarto de la ristra con la que fui bautizado. Hendrick, concluyo, es mi nombre más íntimo, más personal, ése que me susurra Leighton al oído cuando, raramente, le robo (o simula) un orgasmo. Me resulta curioso que Sargantana lo conozca y que se jacte de saber cuáles son los demás; no suelo hacer públicos y ni siquiera ha tenido la oportunidad de espiarnos copulando, a mí y a la señorita Chulesco me refiero, simplemente porque no hemos coincidido los tres en la misma singularidad espaciotemporal. Es igual. Mi nombre, mi primer nombre, efectivamente, es Hendrick. Aunque puede tenérseme aún por Andrew. Evitará confusiones.

Hendrick, y ya contaré esa historia algún día, también fue el nombre de mi primer antepasado ilustre. Aunque eso, por supuesto, podrían discútirmelo muchos de los que le precedieron. Y Hendrick (o Andrew), el mismo que esto dicta a su diligente administradora y madre del futuro XIII Duque de Rascal (al parecer, el ginecólogo apostaría su mano derecha a que será varón, que no barón) ha decidido obsequiar a Sargantana (o Ana) con los frutos vitalicios de un centro comercial que, ubicado en tierras malacitanas, fue levantado a iniciativa privada sobre un solar de los Loverboobs. El importe asciende a casi dos millones de euros anuales. Espero que sea suficiente para que tan deliciosa como pérfida criatura deje de importunarme, al menos sin previo requerimiento. Y, por si acaso, claro, he cambiado el código de acceso al blog. Para ello he tenido en cuenta tu advertencia, Sargantana.

PD.- La fotografía de hoy pertenece a un reciente reportaje que Jessica Alba ha protagonizado en una revista norteamericana. He de decir, de paso, que muy pronto viajaremos a Atenas. Por fin he decidido buscar, en el mismo lugar donde la descubrí, a la mujer que, desde hace dos décadas, me hace perder el sueño. Espero tener suerte y no encontrarla. Esto de tener un blog comienza a divertirme.