domingo, 30 de mayo de 2010

El verdadero primer nombre del señor "Loverboobs"



Discúlpame, Hendrik. Pero no he encontrado otro modo de contactar contigo. Sabes que, desde lo de Benillum, has prescindido de mí. Por si no lo sabes, incluso logré que esa especie de secretaria pelotuda que cuida de tí me atendiera por teléfono. Sin embargo, o no te dijo nada (conjetura poco probable) o te has hecho el desentendido.

Claro que sí. Soy Ana. O Sargantana, como me llamas tú en el blog. Y, como ves, no he olvidado tu contraseña de acceso.

Como supongo que, en cuanto leas este post, te cargarás el blog (no lo creo: tu vida es demasiado anodina como para prescindir de la única excentricidad de la que puedes presumir) o cambiarás la contraseña. Si haces esto último, ten presente una cosa: no utilices otro de tus nombres reales como tal. Yo ya he revelado el primero de ellos hace unos minutos, Hendrik, y conozco todos los demás. No seas, como ha venido siendo habitual desde que nos conocimos, un perfecto, inmenso y singular idiota.

Ya me dijo Turdó (el macarra aquel que te encerró en el chalé de los ingleses) que saliste del pueblo como alma que lleva el diablo. Te suponía cobarde, estimado Hendrik. Pero no tanto como para salir huyendo sin despedirte de mí. ¿Acaso creíste que yo estaba detrás de lo que hizo contigo ese imbécil? No. No estoy con él. Tampoco lo estuve. Solo le hice creer en sus posibilidades. También jugue contigo a ese juego, y no me decepcionaste.

Por lo que veo, y no dudo de que sea verdad, te has vuelto a liar con tu secretaria. Enhorabuena. Simplemente, no puedo más que sorprenderme; pensaba que se largaría para siempre. De hecho, si yo estuviera en su situación, lo hubiera hecho. Y te habría dejado sin blanca. No te quepa duda.

Ya que hablamos de dinero, te diré una cosa: mi asignación, tu generosidad, se me empieza a quedar corta. Me cuesta llegar a fin de mes. Ya sabes: la crisis. No deseo chantajearte (por si lo ignoras, es un delito, y tengo todas las papeletas para que me enchironen) y, aunque podría desvelar ahora mismo cual es tu verdadera identidad (tus verdaderos apellidos y el nombre cierto del Ducado, por supuesto), no voy a hacerlo. Te aprecio, querido idiota. Tanto como para permitirme la confianza de rogarte que me subas el sueldo. Para tí es nada, ya lo sabes. Para mí, pasar de vivir en un pisito de alquiler sin ascensor en el centro de Alicante a irme a un ático en primera línea de playa. Hazme el favor, futuro Duquesín. Dime que sí. Un detalle como ése abriría para tí de par en par mi corazón. Y tal vez otras cosas.

Mil besos querido inútil. No te olvides de mí, como sinónimo de parásito, propietaria de un cuerpo de escándalo y titular de una desnutrida cuenta corriente en La Caixa. Y suerte con esa tontería de lo de Jessica Alba 2.0.

Probablemente tuya,

Ana.